Capítulo 3.

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Capítulo 3: "El hurón molesto."

—No te ilusiones, Harry. Todo Hogwarts sabe de la predicción, seguramente algún idiota puso la carta ahí para hacerte una clase de broma absurda. No tiene sentido romperte la cabeza buscando a la autora. —dijo Hermione.

—Hermione, ¿acaso no escuchas? —preguntó Ron.

—Miren quien habla. —dijo Hermione.

—¿¡Podrían dejar de pelear!? —dijo Harry, elevando la voz. Hecho una mirada a Granger, y luego a Weasley. Ambos se inmutaron al instante. —Bueno, como te decía. La carta venía con una pequeña caja de color verde esmeralda. Y adentro de esta... había un anillo.

—¿Un anillo?

—Si. —respondió Harry.

—¿Qué clase de anillo?

Ron y Harry se miraron, para luego revelarle a Hermione los detalles que ella debía saber, así podría ayudarle a encontrar a la chica anónima:

—Un anillo con forma de serpiente. —dijo Harry. Hermione hizo una mueca de disgusto, eso no le daba buena espina.

—Harry...

—¡Escuchame, Mione! Lo único que quiero es saber quien escribió la carta. ¡Solo eso! ¡No te pido nada más! —por un momento, Hermione miró a Harry a los ojos. Los ojos del azabache mostraban desesperación e intriga.

—Yo... —empezó Hermione, pero se arrepintió a mitad de la oración. Soltó un suspiro de frustración. —Bien, lo voy a hacer. —resopló.

—¡Gracias, gracias, gracias! ¡Eres la mejor, Hermione Granger! ¡La mejor del mundo! —Harry abrazó fuertemente a Hermione, quien, por poco, se queda sin aliento. Ron miraba aquella escena con una sonrisa plasmada en el rostro.

Harry se separo de Hermione, este la miró con un pequeño gesto de felicidad.

—¿Por qué tan feliz, Potter? —dijo una voz conocida. Los tres chicos levantaron la mirada, solo para encontrarse con tres gorilas: Draco, Crabbe y Goyle. Draco parecía tener el brazo lesionado, pues, este tenía un yeso—¿Acaso te enteraste que salí de la enfermería esta mañana?

—¡NOOOOOOO! —grito Weasley de la nada, asustando a Draco.

—¿Qué le ocurre a la comadreja? —preguntó Goyle, con ese tono atontado de siempre. Parecía que lo hacía apropósito.

—Eso, Goyle, es un grito de decepción y odio. Lo que pasa es que Ron quería que Draco se quedara en la enfermería para siempre. Así no tendría que ver su odiosa cara de hurón.

—¿Te crees muy gracioso, Potter? —masculló, con irá. —Veo que tu autoestima se elevo por la estúpida predicción que te hizo la loca de Sybill en la clase de Adivinación. ¿Acaso no te das cuenta de que nadie es capaz de amar tu irritante forma de ser?

—Tu no eres nadie para amar de amor, Draco. —dijo Harry, con la mirada fija en la mirada del contrario. —Tu no sabes que es, porque a ti nadie te ama. —Draco se estremeció en su lugar. Aunque Harry no supiera, eso le llego hasta el corazón.

—Exacto. Además, Harry recibió una carta de amor esta tarde. —dijo Ron con una sonrisa.

—¡Ron! —chilló Hermione.

—Se suponía que eso era secreto, Ronaldo.

—Vaya, vaya, vaya. ¿Así qué recibiste una carta de amor? —dijo, Draco, sorprendentemente interesado. —Para que sepas, Potter, yo recibo varias al día. ¿Sabes por qué? Porqué todas las chicas me aman. Soy irresistible. ¿O no, chicos?

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