𝟎𝟎𝟏

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No le gustaban los días nublados, los detestaba

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No le gustaban los días nublados, los detestaba. Desde hacía más de una semana, el clima amenazaba con la llegada de un terrible huracán. Faltaban siete días para luna llena, la noche del solsticio de verano se acercaba y en Seúl la tradición llamaba a todas las personas que creían en las historias de magia y brujas a que salieran a la calle, encendieran las hogueras y se inventaran todo tipo de hechizos y encantamientos para traer prosperidad y felicidad a sus vidas.

Jimin se acercó a la cristalera de su habitación, que dejaba ver unas bellísimas vistas de Seúl, y alzó la mirada al cielo. Su huskie siberiano blanco de tres meses se acercó a él y le rascó la pierna con su patita. Jimin lo miró, lo cogió en brazos y sonrió mientras masajeaba digitalmente la coronilla de Yeontan y volvía a mirar las soberanas nubes. Por el amor de Dios, estaban casi en pleno verano y el tiempo acechaba amenazador como en invierno. Vaya con el cambio climático... Todo el mundo hablaba de ello como si tal cosa, pero nadie entendía muy bien cuáles iban a ser sus consecuencias.

El 15 de junio se celebraría el Yudu, su fiesta favorita y, de seguir así el clima, iba a estar pasado por agua. Desde pequeño sentía adoración por esa celebración, para él era realmente especial, y ni siquiera podía explicar de dónde provenía su fascinación. En ese día la gente compraba los tradicionales fideos yudumyeon. Algunos preferían los melones y sandías recién cosechados. El techo estelar se inundaba de fuegos artificiales, habría música por doquier y la noche más corta del año se convertiría en la más larga para muchos jóvenes y no tan jóvenes que buscaban diversión, música y alguien con quien revolcarse en la arena de las playas de Naksan y Daecheon para luego alcanzar juntos y confundidos —muchos gracias al alcohol— el amanecer.

Estaba más ilusionado por la llegada de esa festividad que por la de su cumpleaños. Faltaba poco para que él cumpliera veintidós años. Veintidós años. Un escalofrío recorrió su columna vertebral erizándole los pelos de la nuca y borrando la sonrisa que había aparecido divertida en sus labios. Se abrazó a sí mismo, frotándose los brazos y logrando entrar en calor de nuevo. Dio media vuelta para dirigirse a su cama, no sin antes pararse enfrente de su tocador e inspeccionar su cuerpo y su cara. Dejó a Yeontan en el suelo y él se fue directo a morder un ratón de peluche, su juguete particular.

Jimin llevaba un pijama de short y camiseta de algodón, ambas partes de color blancas. Su piel blanquecina vestía un cuerpo sencillamente perfecto. Un cuerpo estilizado, sin ápice de grasa y de largas y moldeadas piernas. Pero no era el cuerpo lo que más llamaba la atención de él, sino su rostro.

El rostro que aparecía en el espejo era la reencarnación del embrujo y la atracción. Una sedosa y rebelde cabellera azabache. Las cejas del mismo color, perfectamente arqueadas y sexys. Sus ojos eran de un color azul grisáceo que a veces era imposible de definir, enmarcados por unas largas y espesas pestañas negras que de lo extensas y rizadas que eran tocaban casi sus pómulos, estos altos y ligeramente tintados de un rosa pálido. Su nariz fina y elegante. Sus labios gruesos dibujaban un arco perfecto y volvían locos de deseo a sus compañeros de universidad. Más de uno había intentado probarlos, sin mucho éxito. El inferior algo más relleno que el superior pedía a gritos que lo mordieran y lo succionaran hasta decir basta.

𝐋𝐮𝐜𝐤𝐲 𝐖𝐨𝐮𝐧𝐝┆❛❛KOOKMIN❜❜.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora