Encontrando la melodía - Parte 1

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Esa frase de "No juzgues a un libro por su portada", resultaba muy cierta para Jayce. Las personas nunca eran realmente la cara que presentaban a los demás, siempre se hacía una visión idealizada de la persona. Como esas veces donde te cae mal una persona solo porque se ve seria o te miró mal, o cuando piensas que una persona es una maravilla porque siempre lleva una sonrisa en su rostro, pues esa persona amargada puede terminar cayéndote bien y esa persona sonriente puede ser una mierda de persona.

Esto era algo que se aplicaba mucho a sí mismo, sabía que la imagen que daba nunca iba a ser su personalidad real. Sabía que su personalidad "estaba mal en muchos aspectos", pero también, poco le importaba eso. Pero ciertamente, le parecía divertido la idea que se hacían muchas personas. Tenían ideas tan erróneas de él, que llegaba a ser gracioso.

Pero Viktor, fue lo suficientemente inteligente como para ver tras de todo eso, sabía que su personalidad era... diferente, y aun así quiso seguir conociéndolo más. Eso lo hizo querer conocer también más al pelinegro y después, por primera vez en su vida, le empezó a molestar que las personas juzgaran a las demás por su apariencia.

Ya que veían a Viktor como alguien malo, serio, que les iba a gritar o regañar por tan solo respirar. Si se hubieran tomado tan solo un segundo para conocerlo y escucharlo, hubieran podido ver una de las personas más amables que conocerían en sus vidas. En realidad, con Viktor, se hubieran llevado muchas sorpresas con la mayoría de cosas.

Viktor era fuerte, valiente y amable, tan diferente a él en tantos aspectos. Aspectos que comenzaba a recordar cuando Vi y él cruzaron las puertas del pequeño centro médico de la Academia de Tecmaturgia. Recordaba lo mucho que odiaba ir a un hospital, por más necesarios que fueran.

Esto era algo que hacia reír a las pocas personas que lo sabían, era realmente chistoso ver como él evitaba a toda costa ir a los hospitales o centros médicos. De niño esto era más notorio, él solía patalear y hasta una vez escapó de sus padres y dos enfermeros tuvieron que ir y atraparlo, literalmente atraparlo, y llevarlo por la fuerza de vuelta a la sala donde tenían que ponerle una inyección. Recordó que Viktor le costó tomar aire de tanto reírse cuando le había contado eso hace años.

Cuando fue creciendo, ese miedo irracional fue bajando. Aún no le gustaba ir a los hospitales, pero ahora si entendía que eran importantes y tomaba fuerza y valor para ir, que le dieran las medicinas necesarias y salir rápidamente de ahí. No se quedaba más tiempo del necesario.

Estos sentimientos no cambiaron cuando conoció al pelinegro, al contrario, podía decir que habían empeorado. Simplemente se había vuelto mejor en forzar a que su disgusto se mantuviera oculto.

Crean que no es fácil ver a la persona que amas ir tantas veces a un hospital; ver como tenían que ponerle una vía en su brazo para pasarle suero porque se había desmayado y deshidratado por comer una vez cada tres días. Nunca le gustó ver a Viktor en una camilla, dormido, porque su cuerpo no había aguantado más y le forzaba a reiniciar. A veces se preguntaba si eso era una de las razones por las que Viktor había comenzado a modificar su cuerpo, porque sabía que un cuerpo humano normal no iba a aguantar al ritmo que lo llevaba. Y comenzaba a pensar que, un cuerpo de metal tampoco le aguantaría, ya que por algo lo llevaba en brazos y lo recostaba en una de esas odiosas camillas otra vez, esperando que alguien llegara para que pudiera estabilizarlo.

Sabía que ni las camillas ni el hospital ni los doctores tenían la culpa de que Viktor terminara así, pero no podía evitar relacionar eso con cosas malas, eso solo le hacía ver que Viktor estaba mal y le daba mucho miedo de que le fuera a pasar algo serio. Y que fuera su culpa el que no se pudiera recuperar.

Y no ayudaba que tuviera un niño en un estado de pánico, muy asustado por ver a su mamá de esa manera. Por su reacción, Dacyan nunca había visto a Viktor en ese estado y deseaba que nunca lo hubiera visto así tampoco, estaba seguro que el pelinegro pensaría igual.

The happiest child in ZaunDonde viven las historias. Descúbrelo ahora