Iris

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Esos hermosos ojos ámbar, más bellos que cualquier atardecer, nunca pensó en cuanto los había extrañado hasta que los volvió a ver.

Esos ojos, que siempre guardaban todo lo que su dueño estaba sintiendo y pensando, que le decían tanto con solo una mirada.

Nunca había visto tanto miedo en ellos.

Sabía que la reacción de Viktor cuando se encontraran iba a ser mala, pero nunca se esperó eso. Se había esperado furia, rencor, molestia... había esperado que este le gritara, que este lo golpeara, hasta había esperado que llamara a la policía o algo, pero nunca se esperó que simplemente... se desmayara.

Cruzaron miradas y lo siguiente que pasó fue que el pelinegro se desvaneció y empezó a caer.

Por suerte el hombre que estaba a su lado reaccionó y lo atrapó antes de que cayera.

- ¡Bájame! ¡Bájame, Bájame! –Comenzó a gritar su hijo cuando vio que su madre no respondía y no se despertaba-

Rápidamente hizo eso y lo puso con cuidado en el suelo, donde el niño no tardó en ir al lado de su madre. Al cual estaban recostando en el suelo, el hombre que lo había sostenido aún permanecía a su lado y veía cual era el estado del hombre. Se aseguró de que estuviera respirando y luego le levantó ligeramente los pies.

- Está bien, no está herido. No sufrió ningún golpe y está respirando –Decía aliviado el castaño, aun sosteniendo los pies del heraldo- Pero sería bueno que pudiera oler algo fuerte... Daren, ¿Podrías ir corriendo a casa por algo de alcohol?

- Claro mami, ya vuelvo-

- No, no hace falta –Decía apurado Jayce, empezando a buscar entre su ropa- Creo que yo tengo algo que puede servir, solo dame 3 segundos.

Empezó a buscar rápidamente en sus bolsillos por un pequeño frasco con algunos cristales dentro, que sabía que aún debía de tener. Viktor en la universidad, lastimosamente, se desmayaba con la suficiente frecuencia para que él hubiera empezado a llevar consigo un pequeño frasco con alcohol o sales. Se había vuelto tan parte de su rutina, que era de las cosas que siempre llevaba con él, como las llaves de su casa. Sabía que en alguno de sus bolsillos aún debía tener ese pequeño frasco, a veces simplemente lo dejaba en su chaqueta y olvidaba sacarlo. Pero definitivamente se maldijo ligeramente por tener una chaqueta con tantos bolsillos, quizá debía de usar una más sencilla. Pero esa era su favorita.

Pero al final no supo qué entidad le sonrió y encontró el bendito frasco en uno de los bolsillos. Dio muchas gracias a su yo del pasado por insistir en llevar siempre ese frasco consigo. Inmediatamente se lo alcanzó al castaño y llamó la atención de su hijo, llevándolo un poco hacia atrás. Este inmediatamente protestó e intentó quedarse junto con su mamá, pero rápidamente se arrodilló para calmarlo.

- Mamá estará bien, no te preocupes. Pero tienes que dejarle espacio para respirar –Decía tranquilo, para después abrazar a su hijo- Viktor es la persona más fuerte que yo conozco, no se dejaría vencer por esto.

- N-No quiero que le pase nada... -Decía el niño sollozando, correspondiendo el abrazo de su padre-

- Y no le pasará nada, yo te lo prometo. –Empezó a acariciar suavemente la espalda de su hijo, aun tratando de que se calmara- Ahora vamos, no creo que a mamá le guste verte llorando. Vamos, respira conmigo.

Se separó un poco de su hijo y empezó a respirar lentamente, para que el pequeño pudiera seguir su ritmo. Inhala, exhala. Mantenía un ritmo lento y respiraba profundo para poder calmar a su hijo, que viera que todo iba a estar bien. Si es que no era la primera vez que lidiaba con un ataque de pánico. De nuevo, desgraciadamente tenía experiencia en ellos.

The happiest child in ZaunDonde viven las historias. Descúbrelo ahora