Un viaje lleno de acontecimientos

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Adoraba el atardecer sobre Piltover, realmente era su etapa favorita del día.

El enorme sol que se tornaba un color ámbar precioso, que hacía resplandecer los edificios dorados de la ciudad. Como si fuera una ciudad de oro, que daba su último brillo para después pasar este resplandor a las estrellas y dejarlas brillar. Realmente sentía que era un momento para admirar, pero la razón principal por la que adoraba el atardecer, era porque este era el exacto color de los ojos de Viktor.

Pasó su mirada del ventanal a su pareja, manteniendo su mirada fija en él mientras terminaban de tocar la melodía. El pelinegro lucía tan concentrado y serio como solía ser, pero ya conocía muy bien a Viktor para poder ver esa suavidad en sus ojos. Estaba feliz y satisfecho en esos momentos, al igual que él. Esos preciosos ojos ámbar, que seguían ligeramente los movimientos de sus dedos en el piano, esos bellos ojos que tantas cosas ocultaban.

El pelinegro se dio cuenta de que lo miraban y cuando le devolvió la mir ada un poco molesto, él solo sonrió orgulloso y sin ninguna pena. Adoraba a Viktor y a cada parte de él, aunque no lo dijera en voz alta. Y se sentía increíblemente especial y privilegiado de que solo él pudiera ver ese lado del contrario.

Terminaron de tocar la canción, él dejó su arco a un lado y apoyó sus manos ligeramente en su instrumento, aun viendo con cariño al mayor.

- ¿Por qué cada vez que terminamos de tocar te me quedas viendo? Tocamos juntos muchas veces, no le veo nada de especial.

- Te equivocas con eso -Sonreía ampliamente mientras recostaba su cello en la pared- Estos momentos son muy especiales, cuesta despegarte de tus experimentos.

- Lo dices como si tu no pasaras días también trabajando -Soltaba una ligera risa seca y volteaba su rostro-

- La diferencia es que yo si paro para comer -Decía en un tono ligeramente irónico, para después reír un poco también-

El castaño se levantó de su silla, dando unos pocos pasos hasta llegar al lado del pelinegro, que seguía aún sentado en el taburete del piano. Se sentó a su lado y puso una mano en el rostro del contrario, para voltearle con suavidad y que quedaran viéndose a los ojos.

- ¿Quieres saber por qué adoro estos momentos tan especiales? -Decía con cariño y una sonrisa, acariciando suavemente el cabello del mayor-

- ¿Porqué? -Contestaba el otro, con un tono algo divertido, pues pensaba que Jayce iba a salir con alguno de sus usuales coqueteos o cumplidos-

- Porque me demuestras tanto, me dices mil cosas sin abrir tu boca -Se acercó un poco más y lo besó con suavidad, disfrutando de la cercanía- Me demuestras cuanto me quieres...

El pelinegro solo pudo sonreír, una genuina sonrisa se hizo presente en su rostro, acercándose para apoyar su cabeza en el pecho del menor y así también poder abrazarlo. El castaño gustoso correspondió el abrazo y besó suavemente la cabeza de su pareja.

- Eres ridículo Jayce -Contestaba sin ninguna malicia, aún sin despegarse del contrario-

- Pero así te encanto -Reía ligeramente, comenzando a acariciar suavemente la espalda del pelinegro- Te amo Viktor.

- También yo -No lo decía en voz alta a menudo, pero sabía que significaba mucho para él- Te amo Jay-

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¡Pum! Se escuchó una explosión en la lejanía que lo hizo despertar de repente y por lo tanto, caerse de la silla donde se había quedado dormido.

The happiest child in ZaunDonde viven las historias. Descúbrelo ahora