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Lo único que podía escuchar era el sonido de los besos húmedos que le daban y la música lejana que aún seguía sonando.

Los besos bajaban hacia su cuello dejando pequeñas marcas en su piel, las manos del mayor estaban en sus glúteos los cuales fueron apretados con delicadeza.
Aún seguía con los ojos cerrados.

— E-espera, espera, viene alguien - trato de levantarse pero sus brazos se sentían tan débiles que cayó sobre su lugar.


Se acercaban personas, el sonido de las hojas bajo los pies hacían ruido, lo suficiente para ser escuchado por el irken.

Se quedaron quietos en aquella posición esperando que las personas que pasaban por ahí se fueran pronto.


— Vayamos a tu casa, aquí es muy peligroso — acomodo las ropas del menor y se enderezó moviéndose hacia el asiento del piloto.

— Pero aún sigues-

— No, ya no tanto.

Zim siguió acostado en la parte de atrás, se sentía terrible.

Escuchaba como el auto empezaba a moverse.

Las luces de los semáforos lo molestaban a pesar de tener los ojos cerrados, coloco ambos brazos cubriendo su cara.

[. . .]

Ni siquiera supo en qué momento habían llegado, pues ya había aparecido en la cama.


— ¿Que? — miro al mayor entrando al cuarto tambaleándose.

No sabía cómo demonios no habían chocado.


— Te dormiste — se acercó al menor depositando un beso en los labios de este, no podía levantarse de la cama, seguía mareado.

— Me siento mal — dijo a la vez que tocaba su cabeza, su peluca ya no estaba.

— Si, se nota, ni siquiera puedes moverte. — repartió besos por sus mejillas y parte de su cuello, estaba encima del irken.

— Me haces cosquillas — escondió su rostro en el pecho del contrario, podía oler el alcohol y el tabaco.


Sintió nuevamente la lengua del mayor pasearse por su piel, el cuello de su camiseta había sido estirado para alcanzar mejor sus hombros.

Succiono la delicada piel verde provocando pequeñas manchas, marcas temporales, se quejó por lo brusco que estaba siendo en ese momento, estaba siendo aplastado por el cuerpo del contrario y no sabía bien lo que pasando.

Hace rato deseaba ser besado con fuerza, pero ahora se sentía raro, no sabía cómo describirlo, estaba desorientado.


— Dib, me siento raro — movió su cabeza buscando atención por el mayor. - n-no me siento bien

— ¿Por qué? — se quitó de encima, le preocupaba haberlo lastimado

— Uh, n-no, no lo sé — tenía miedo — perdón. . .

— No te disculpes, supongo que fui muy rápido, lo siento.

El pelinegro tomo distancia con el, aún que Zim se dejó caer en los brazos de su acompañante buscando protección, lo menos que quería es ser dejado.

𝙽𝚘 𝙼𝚎 𝙳𝚎𝚓𝚎𝚜 [𝖹𝖠𝖣𝖱] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora