Llamado

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Un mes, y no encontró ni una prueba para pensar que Todoroki era omega.

Sin entender porqué, le frustraba no poder olfatearlo. Era imposible que incluso estando sudado no desprendiera nada y le hiciera frente a esa bomba de feromonas alfas mezcladas en cada entrenamiento.

Ahora iban de regreso a los dormitorios, ya a nadie se le hacia tan extraño que estuvieran juntos; al principio ambos fueron atacados con varias preguntas de parte de sus amigos. Pero solo por curiosidad, porque la clase ya los veía como amigos mucho antes de eso.

A veces daba pequeñas inhalaciones para poder encontrar olor en el bicolor, y en esa no había sido tan discreto.

—¿Intentas olfatearme?

El explosivo detuvo sus pasos cuando el otro se quedó quieto en su lugar.

—¿Ah? No sé de qué hablas.

—Sabes que uso inhibidores —recordó sin darle tanta importancia.

Y eso era lo que más cabreaba a Bakugo, parecía menospreciar lo que era solo por las estupideces que podrían decir los demás.

—Ninguno es tan fuerte.

—Son especiales, el viejo consiguió los mejores, difíciles de encontrar, para que pase desapercibido —comentó mirando de manera discreta a los lados, procediendo a sacar una pequeña caja con las aparentes pastillas.

El otro se acercó un poco para tomarla y revisar la marca y todo lo que tenía.

—Pues no deberías —habló devolviendo el objeto—. Te interesa mucho que nadie lo sepa.

Esperaba una explicación, que Shoto dijera las respuestas a todas sus dudas con respecto a él, antes tenía un extraño interés; pero era para superarlo, después cambió y decidió no escarbar. No entendía como había crecido aún más, quería darle atención y recibirla.

Lo que obtuvo no fue lo que quería, porque Todoroki solo asintió y continuó su camino a la residencia.

[...]

—Un poco.

—No.

Hizo lo que podría ser un pequeño puchero mientras tomaba asiento en la isla de la cocina.

Aunque habían cenado junto con sus compañeros, ambos quedaron con hambre. Shoto pensó en recoger algún bocadillo de la alacena y regresar a su habitación, pero encontró al rubio ceniza cocinando algo.

Sea lo que sea él también quería, la comida de Bakugo era tan buena que cualquier cosa que hacía le quedaba bien.

—Bakugo, ¿me das un poco?

—¡Solo si dejas de molestar! —accedió apuntandolo con la cuchara que estaba usando.

El bicolor asintió varias veces al conseguir la aprobación que queria.
Se concentró solo en ver los movimientos que hacía su contrario.

No sabe en qué momento, pero su vista fue a para a sus brazos tonificados, expuestos por la falta de tela en esa parte. Oh, su espalda ancha, su figura en sí era muy buena.

¿Su cabello sería suave? A la vista no se ve tan mal, quizás sería igual de suave que cualquier otro. Pero llendo al frente, también sus pectorales, su abdominal marcado; una sensación de querer tocarlos llegó.

LavenderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora