CAPÍTULO 3

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—Bien, aquí tienes el contrato. Firmas acá y oficialmente estarás siendo inquilina aquí.

La dulce voz de la señora Williams me devuelve a la realidad. Tengo al menos cinco minutos observando detenidamente el contrato frente a mí, sólo tengo que firmar y ya será mío. Sonrío emocionada de que al fin mi vida está cobrando un poco de sentido. Incluso me siento como una adulta independiente.

—¡Dios, firma ya mujer! —observo a Christian a mi lado con fingida molestia, de alguna manera se coló a esta reunión privada con toda la confianza del mundo, increíble pero cierto.

—¡Shh! quiero disfrutar este momento. —suelto divertida, a mi lado las tres personas ríen y yo me dedico a ojear el contrato por primera vez desde que estoy sentada aquí, porque a pesar de lo amables que son conmigo, sé que no debo confiarme tanto. Una vez estoy segura y de acuerdo con todas las normas del departamento, deslizo la punta fina del bolígrafo por encima del papel, poniendo mi firma, y confirmando que este departamento es oficialmente mío, o al menos hasta que el contrato caduque.

Sonrío feliz mientras observo a Christian aplaudiendo frente a mí.

—Oficialmente tengo a la vecina más guapa. —alaba entusiasmado.

Ruedo los ojos ante su comentario, provocando que me sonría divertido por mi acción. Me despido de los señores Williams, agradeciéndoles una y otra vez lo buenas personas que están siendo, ellos son bastante amables, honestamente me imaginaba el mundo más cruel y macabro, pero está resultando ser una maravilla para mí.

—¿Qué harás hoy? —pregunta Christian a mi lado, nos dirigimos ambos a la salida del edificio, desde ayer en la noche no habíamos hablado, y sólo he rogado al cielo que haya olvidado lo que dije al final.

—Iré a la peluquería, después iré al trabajo. —le explico brevemente con una sonrisa tímida ¿Por qué no se separa de mi lado?— ¿Tú que harás?

La pregunta sale de mis labios con menos maldad de la que quería.

—En realidad no tengo planes, hoy no trabajo. ¿Puedo acompañarte? —su pregunta me hace gracia, y no evito que una pequeña carcajada se escape de mi pecho, pues desde que salimos del edificio me está siguiendo, siento que sólo está afirmando algo que de igual forma hará.

—¿Pasarás a la peluquería conmigo? —pregunto divertida, no pensé que a los hombres les entretuviera eso en lo absoluto.

—Obvio, puedo darte mi opinión de diva. —hace un ademán con su mano y finge una voz chillona, ambos reímos ante su fracasada imitación de mujer.

—Bien. —me encojo de hombros y le sonrío.— ¿Crees que me vería muy mal de rubia? —pregunto intentando obtener una segunda opinión, no quiero arrepentirme después de mi decisión. Me toma por los hombros de manera suave logrando que ambos nos detengamos en medio del camino, las personas caminan por nuestro lado esquivándonos, y me siento avergonzada de obstruir el paso. A él parece no importarle para nada, lleva una de sus manos a mi barbilla y la menea un poco de un lado a otro, detallando mi rostro, acerca el suyo de manera breve al mío, sus ojos pasan por cada rincón de mi cara, siento mis orejas calentarse y sé con certeza que estoy roja otra vez.

—Te verías realmente caliente de rubia. —habla al fin, encogiéndose de hombros, después continúa caminando, dejándome atrás en estado de shock y vergüenza. Observo su caminar por la vereda con la boca semi abierta del asombro, ¿Caliente? ¿Ha dicho caliente?

Una virgen no tan virgen [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora