En la vida llegan a ocurrir pequeños momentos, que por más que no lo parezcan, puede significar mucho para una persona, como el abrazo de un ser querido o pasar un buen rato por más corto que sea.
Muchos lo dejan pasar como si nada, pero muy pocos s...
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El muchacho de cabellos rojo cobrizo se hallaba en su casa, en específico sentado en una silla en la mesa del comedor, tomando una taza de chocolate caliente, su bebida favorita, –y que él mismo se había preparado–, y más si aquella bebida estaba acompañada de unos malvaviscos, los cuales flotaban en el líquido caliente.
No era época de invierno, pero no había necesidad de que lo fuera para que disfrutara de una buena taza de aquella bebida, era algo que disfrutaba tomar, aunque igual habían otras variedades de bebidas calientes que le gustaban.
En especial con la condición rara que tenía su cuerpo desde que nació: Sentía frío todo el tiempo. No era a causa de una enfermedad o algo que afectase a su salud, al contrario, nació como un niño sano. Por ello lo raro de aquella condición rara de su cuerpo, los doctores no saben porqué nació así, pero el chico había aprendido a vivir con ello.
Sus padres no lo rechazaron aún si no nació con la temperatura normal de un niño, al contrario aceptaron a su hijo tal como era. Pensaban que iba a ser algo complicado, pero en realidad no era así, sólo debían abrigar al niño cuando este sentía frío, nada difícil.
El de ojos azul zafiro no podía negarlo, aún con ropa abrigada sentía frío, pero era algo a lo que se había acostumbrado a vivir, así que no le molestaba. Incluso usaba guantes para no tener que sentir frío en sus manos.
Su conjunto de ropa habitual era un suéter azul claro con rayas blancas, las mangas eran bastante largas como para cubrir sus manos por completo, sobre este llevaba un poncho de color lila con líneas blancas cerca del cuello y al final de este, un pantalón de un color negro rozando el gris y unas botas peludas de color piel. Y para completar, un peludo gorro blanco con orejas de oso y los guantes ya antes mencionados.
Aún con todo eso, la condición de su cuerpo no impedía que disfrutara de la vida que tenía. Sí, no podía sentir el mismo calor que otras personas, pero sí encontraba modos de poder transmitir calor a su cuerpo, como con aquella taza de chocolate caliente.
Cuando consumía cosas calientes, ese calor no duraba mucho en su cuerpo, sólo eran pocos segundos, pero de todos modos no le importaba. Disfrutaba de esos pocos segundos de calor.
Cuando cocinaba esos momentos de calor solían durar más, por eso le gustaba esa actividad.
¿Le daba curiosidad cómo era sentir el calor como otras personas?
Mentiría si dijera que no.
Pero igual le veía algo positivo a su rara situación, tal vez no tenía la misma temperatura que debería tener una persona normal, pero eso lo hacía resaltar entre muchos.
— Voy a terminar esto afuera —dijo levantándose de la silla, para luego agarrar la taza con su mano—. Uy, hace frío —comentó temblando un poco.
Caminó hacia la puerta, para luego abrirla, salir de la casa, y luego sentarse en el suelo con tranquilidad.
— Uy, sí que hace frío —comentó, agarrando la taza de chocolate caliente con sus dos manos, y luego darle un sorbo, sintiendo el calor de la bebida recorrer su cuerpo, por pocos segundos como era lo acostumbrado—. Aunque sea por pocos segundos, aprecio esos momentos de calor en mi cuerpo —susurró, sonriendo ligeramente pero tranquilo.
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¡Segunda pequeña historia!
Esta vez con otro protagonista
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