Hermione estaba relajadamente sentada en una de las mesas del nuevo restaurante del Callejón Diagon, a la espera de su comida. Supuestamente, era la mejor comida italiana de todo Londres, pero ella tenía serias reticencias a aceptar ese hecho sin haberla probado antes. Ron le había dicho que era casi tan buena como la comida de su madre, y ante la afirmación de su pequeña sobrina Rose no tuvo más remedio que ir a comprobarlo. Estaba distraída mirando el menú, el cual tenía una gran variedad de posibilidades para todo tipo de gustos, cuando una pequeña voz aguda le sacó de sus cavilaciones.
— Señorita Hermione- llamaron. Ella levantó la cabeza justo a tiempo para ver dos cabezas rubias acercarse a su posición, siendo el pequeño de apenas tres años el que arrastraba a su padre detrás.- ¿Ves como sí era ella? ¿Podemos ir? Por favor... Está muy sola en la mesa... Vamos papá, vamos.
— Ya estamos llendo, Scorpius- suspiró el hombre resignado. Desde que hacía varios meses había llevado a su hijo a su reunión con Granger, este insistía en acercarse a ella en cada ocasión que tenían. Esbozó una sonrisa ladeada hacia la castaña, que le devolvió el gesto.- ¿Esperas a alguien Granger?
— Podéis sentaros conmigo- contestó ella, siguiendo el tono del blondo. Se volvió entonces hacia el más pequeño.- Hola Scorp. ¿Cómo ha estado tu mañana?
— Muy bien- contestó el pequeño con una sonrisa mientras su padre lo tomaba en brazos para sentarlo en la silla vacía frente a la mujer.- ¿Y la suya?
— Muy bien también. ¿Has hecho algo interesante hoy?
— Papá y yo hemos estado todo el día en reuniones- suspiró el niño cansado, sacándole una sonrisa a los dos adultos.- Ha sido muy aburrido.
— Estoy segura de que sí. ¿Ha sido también muy duro Malfoy?- preguntó ella con una sonrisa.
— Una mañana normal de trabajo- suspiró él, aflojándose un poco la corbata. Hermione le miró comprensiva, había convivido lo suficiente con él los últimos meses como para saber que sí lo había sido pero que no iba a admitirlo. Su peculiar amistad todavía no les permitía desahogarse de esa manera, pero si seguían el rumbo de encuentros y roces que el más pequeño había marcado y la cordialidad y amabilidad en sus encuentros que silenciosamente habían pactado, era probable que aquello ocurriese pronto.- ¿Y la tuya?
— ¿Saben ya lo que van a pedir?- Interrumpió uno de los camareros. Hermione sonrió hacia el hombre, negando suave con la cabeza y procedió a pasarle la carta a Draco.- ¿Saben al menos qué es lo que quieren para beber?
— Una jarra de agua del tiempo, por favor y tres vasos- pidió la castaña. Giró entonces su cabeza hacia su ex compañero de clases.- ¿Tú quieres vino?
— Lo dejaré pasar por hoy.
— Entonces solo el agua, gracias.
Volvió a enfrascarse en una peculiar conversación con el más pequeño de la mesa sobre temas realmente importantes como el qué iban a pedir para comer y si llevaba ranas de chocolate en el bolso. Cuando contestó afirmativamente a esa última, los ojos grises del niño brillaron, pero no llegó a pedir ninguna. Sabía que su papá y la señorita Hermione no le dejarían comer golosinas hasta que terminara de comer la comida de verdad porque era algo que ya le habían dicho los dos muchas veces. Draco lanzó un par de preguntas sobre los platos y ella contestó lo mejor que pudo y cuando le preguntó por qué había pedido también el menú infantil se vió obligada a reconocer que aquel se había vuelto un hábito en su día a día dado que la mitad de las veces en las que iba a comer sola, se los terminaba encontrando y comiendo con ellos. Draco se rió abiertamente del hecho, haciendo que Hermione se sonrojase, y Scorpius imitó a su papá, aunque no terminaba de entender qué era lo que le hacía tanta gracia. Al final Hermione también se rió.
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Mi hijo
Fanfiction- ¡Fuera de aquí!- Bramó Hermione al tiempo que levantaba la varita. Su grito recorrió cada rincón de la casa de manera fuerte y clara.- No eres bienvenida en esta casa, Greengrass. ¡Largo! - No tengo ningún interés en compartir mi espacio contigo...