Hermione suspiró pesadamente antes de llevarse las manos a ambos lados de la cabeza. Aún no estaba muy segura de cómo había sucedido, pero lo había hecho. Y había tenido más que tiempo de sobra para replantearse la situación y decidir qué hacía con ella. Hacía dos años que, casi de manera diaria, convivía con Malfoy y su pequeño, al principio esporádicamente y después, de manera más regular. Hacía algo así como dieciocho meses en que había empezado a ser consciente de que sus sentimientos por el rubio mayor empezaban a cambiar, y lejos de alejarse, se aferró a ellos con más fuerza. Finalmente, hacía once meses había formalizado una relación con Draco que previsiblemente, duraría mucho tiempo. O ellos harían porque durara mucho tiempo. Sin embargo, había un pequeño problema... Scorpius, a sus cinco años, todavía no sabía nada. Podrían haber alargado eso, pero si realmente querían formalizar su relación completamente y seguir llevándola a nuevos niveles, era algo que había que hacer. Y la leona que llevaba dentro se había transformado en un suave gatito ante la perspectiva de que el niño la rechazase. No sólo por lo que eso supondría para su relación con su padre, que podría ser el inicio de un declive de lo que hasta el momento había sido algo maravilloso, si no por lo que eso podría suponer para su relación con el niño. Y es que amaba a los hombres Malfoy y no lograba concebir su vida sin ninguno de ellos.
— ¡Hermione!- exclamaron a lo lejos. Scorpius corría hacia ella y ella lo levantó en el aire con un abrazo.
— ¡Scorpius! Ya creía que no veníais, dime la verdad ¿papá tenía miedo de regresar al mundo muggle?
— Yo no tengo ningún problema con el mundo muggle, Granger- contestó el adulto, regalándole una sonrisa que ella correspondió.- No puedes culparme por creer que el trasto ese se iba a caer en cualquier momento. Aún no sé cómo funciona.
— No voy a tener esta discusión de nuevo Draco- rió abiertamente, acompañada del más pequeño. Estaba convencida de que la había entendido la primera vez que se lo explicó y que sólo decía eso para hacerla de rabiar. En verdad, y como en alguna ocasión él había expresado, simplemente adoraba el matiz de sabelotodo repelente que tomaba al explicar porque le daba un aire de profesora que se le hacía bastante sexy.- Esta vez es un parque infantil normal y corriente. ¿Trajiste los juguetes?
— ¡Sí!- contestó el niño, antes de pedírselos a su padre y entrar.
Los adultos se quedaron a parte, viendo cómo el pequeño jugaba con otros niños y de vez en cuando, pidiéndoles a ellos que fueran a jugar con él, lo que hacían encantados. En sus intentos por criar un niño libre de prejuicios, Draco había creído conveniente llevar en ocasiones al mundo muggle al pequeño, lo que Hermione vió como una idea brillante. Bueno, con el objetivo criar a su hijo sin prejuicios y de paso, disfrutar más tiempo de la compañía de la castaña cuando todavía no eran pareja. El resultado fue bastante instructivo para los dos magos mientras que ella se deleitaba con las expresiones de asombro que solían hacer, lo que podía considerarse una victoria total. Además, ella había encontrado bastante divertido regalarle al pequeño juguetes corrientes que para él, eran inventos maravillosos, como una cometa, su peonza o la pelota de goma que en ese momento estaba utilizando para jugar a una extraña versión del fútbol con otros niños. Ella tomó la mano de Draco y sonrió, sintiendo cómo este le agarraba y besaba su frente. Casi se sentía como un joven matrimonio que veía jugar a su primer hijo y ese sentimiento pudo ser fácilmente lo más mágico que había sentido desde que descubrió que era una bruja. Draco sonrió abiertamente y apretó sus manos. Le gustaba cuando sonreía de esa forma, tan amplia y recurrente, lo cual era más habitual en el lado muggle de Londres que en el mágico, a menos que fuera en la intimidad de sus casas. Ni siquiera se molestó ante la certeza de que su gesto se debía a que se había metido en su mente para saber qué era lo que la mantenía tan risueña y callada.
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Mi hijo
Fanfiction- ¡Fuera de aquí!- Bramó Hermione al tiempo que levantaba la varita. Su grito recorrió cada rincón de la casa de manera fuerte y clara.- No eres bienvenida en esta casa, Greengrass. ¡Largo! - No tengo ningún interés en compartir mi espacio contigo...