9. Castigado

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Hermione terminó de acomodar la manta sobre el cuerpo del pequeño Hércules, quien descansaba pacíficamente después de haber tomado su almuerzo. Qué envidia. Ojalá poder acurrucarse a su lado y descansar unos instantes, pero como jefa del departamento de Seguridad Mágica, no podía. Debía ser un ejemplo para sus empleados y demostrarle a Shacklebolt que no estaba equivocado cuando decidió confiar en ella para ese puesto, a pesar de tener a algunos miembros del Wizengamot en contra de la decisión. Esos viejos anticuados... No soportaban ver cómo una bruja se alzaba por encima de ellos y menos aún el cómo aquel que debía apoyarles (dícese, Draco), era su primer defensor. Sonrió al recordar cómo, lleno de orgullo, su marido había presumido del hecho de que ella sería la próxima ministra de magia, aunque aún no hubiese ninguna certeza sobre eso, más allá de la clara preferencia de Kingsley en guiarla a ella por el camino correcto. Antares se había puesto loca de alegría, sabiendo lo importante que sería eso para ella y Scorpius, más mayor y consciente de los hechos no había dejado de dar vueltas al tema. Proclamaba orgulloso que, algún día, su madre sería la ministra de magia y que eso cambiaría muchas cosas, y él sería su mano derecha cuando fuera mayor, para ayudarla a cambiar el mundo y hacerlo mejor. Y después, ser él el nuevo ministro. Su pequeño era ambicioso como él solo y ya podía imaginarlo el año siguiente con la insignia de Slytherin en su túnica... El año que viene... ¿En qué momento había pasado tanto tiempo? ¿Dónde había quedado el niño pequeño que la llamaba "señorita Hermione" y se sentaba a su mesa sin permiso? Parecía que fue ayer... Agitó su cabeza, sin querer seguir distrayéndose en esos pensamientos.

Si realmente quería ser la ministra de magia (y Merlín sabía que lo deseaba), debía aterrizar y continuar trabajando en ese proyecto de ley que tantos problemas estaba generando. También debía concretar una reunión formal con los aurores y los hit-wizard para ver cómo progresaba el problema de los nuevos fanáticos puristas agresivos. Supuestamente ya los tenían a todos, pero ella no estaría segura hasta haberse asegurado por completo de ello. No estaría tranquila hasta haber arrancado la maldita raíz del problema y eso hacía que se estuviera involucrando más de lo habitual en los planes, pero no importaba. Realmente, a nadie le importaba, que el antiguo trío de oro estuviese de nuevo trabajando en equipo (aunque fuera de forma bastante diferente a la que estaban acostumbrados). Se quería una solución y ellos se asegurarían de darla.

Continuó trabajando bastante ensimismada, incluso cuando Hércules declaró que ya había dormido suficiente y que quería estar en brazos de su madre. Se mantuvo tranquila y eficiente, también en la reunión que tuvo con Kingsley y otros dos de sus consejeros, que ya no se sorprendían de verla explicar los planes de futuro y los puntos fuertes y débiles de las próximas campañas con el pequeño castaño en su sillita mirando fijamente a su madre mientras hablaba. Normalmente el niño estaría en la oficina con su padre, ya que ambos trataban de mantenerlo alejado de las reuniones más importantes, pero Draco se había visto forzado a realizar un pequeño viaje y no se encontraba en el país en ese momento. Aún así, el niño demostró ser tan tranquilo como habían sido sus hermanos, sollozando sólo en pequeñas ocasiones para exigir su chupete o mordedor, que previsoramente Hermione portaba. Todo fue tranquilo y perfectamente normal, incluso productivo. Se alcanzaron acuerdos y arreglaron fallos e incluso se comenzaron debates sobre posibles cambios, en función del resultado que diese. Todo fue así hasta que un caballo azulado se presentó en la sala, para sorpresa y deleite del infante y terror de los adultos. Los antiguos miembros de la Orden reconocieron al instante el patronus preguntándose qué habría ocurrido, mientras que Hermione se tensaba ante el recuerdo. Sus hijos mayores habían ido con sus tíos y primos a pasar el día.

— Hermione, Scorpius, Antares y Fed han desaparecido- comenzó el animal, con la voz de su mejor amiga. Ella perdió el color de su cara y se dejó caer en el asiento mientras el ministro se levantaba para apretar su hombro en señal de apoyo. Había pasado tantas cosas a lo largo de los años con esa niña que podía considerarla, sin ningún tipo de problema, una de sus más preciadas amigas. Sabía cómo debía sentirse y mentiría si dijera que él no estaba preocupado.- Ya hemos llamado a los aurores y toda la familia Weasley está buscándolos, pero deberías venir.

Mi hijoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora