Puente

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El espejo está frente a la puerta principal.

Grande como la cantidad obscena que hay de comida en mi refrigerador.

Paso por mis hombros la chaqueta, mis brazos entran y con las manos dejo atrás mi cabello.

Gozando del rápido sonido, subo la cremallera unas cuantas veces.

Saco la lengua al espejo y frunzo la nariz.

Tomo las llaves que brillan sobre la mesilla bajo mi reflejo.

En el momento en que piso el frente de mi casa las plantas que reposaban en la ventana ahora están esparcidas y tristes por su inesperado final.

Mis labios se mantienen sobrios.

Meto el celular y de más en mi bolsillo.

Tanto cigarras, cómo ranas componen la sinfonía nocturna.

Emprendo a paso veloz mi camino al subterráneo.

No tolero lo alumbrada que está la ciudad, hacen que mi vista se cierre completamente.

Llego a la estación 59.

Atrapada entre un centro comercial y un edificio rimbombante.

Es extraño lo vacía que se encuentra.

Por ende, un lindo gato negro me acompaña hoy.

¡Cierto!

Y que no se me olviden las ratas.

-¿Y qué haces aquí, Anaya? -susurran las vías.

-Nunca hace daño oír un rato tus silbidos.

No estoy errada, en su soledad canta para anular el espeso silencio.

A mí me carcome las orejas escucharlo, y solo el aire que se filtra por sus dientes logra calmarme.

-¿Esta es la vez número tres esta semana? -sorpresivamente está al tanto de los intentos que ha perturbado.

Miro el riel con los ojos achinados.

-Me conoces -digo sentándome en él, mis piernas colgando de las líneas.

Una tranquila brisa atraviesa la estación.

-Se te enfrió la sangre -Sus observaciones tienden a ser muy acertadas.

Saco mi labio inferior, así le muestro que está cerca.

-Ya viene el postre.

La palabra final desbloquea luces, vidrios empañados, árboles secos y raíces rodeando mis brazos.

-Ha pasado mucho tiempo. No soporto más, te concedo ser parte de mí.

¿Su piel es dulce, tersa, dura?

No, es un trago sencillo que quema mi garganta.

Sin Rumbo FijoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora