Celestial

5 2 0
                                    

Expectante limpié mi boca con el dorso de mi mano.

Había entrado, altivo, seguro y con aires de superioridad un individuo que se regocija en lo hundidas que tiene las mejillas, la corpulencia que amenaza escaparse de la traslúcida tela negra.

Echó el cabello carbón hacia atrás; me permitió una vista cautivadora de un par de ojos acaramelados resplandecientes por el sol filtrándose. Lucía unos pantalones ajustados, abrazándole las piernas a tal punto que dejaba poco a la imaginación.

No quería pensar ahora mismo, menos podía mantener la vista alejada de aquel retrato embriagador.

—¿A quién debo matar? —a mí si eso deseas, carne fresca.

Aclaré mi garganta.

—Mira tu reflejo —hice un ademán—. A cualquiera que haya caído en tus encantos, ¿te parece suficiente?

Observó la delicia que cabía de extremo a extremo en el espejo. El rastro altivo tomó rumbo a casa, dejando a tus fantasías drenando sangre en suelo del lugar.

Intercambió iris, músculos, ropa, piel, absolutamente todo.

—Entonces nos toca a ambos, pecador.

El silencio lo cortó un cuchillo de cocina penetrando la sien del extraño.

Luego escupí la lengua.

—Nadie podrá opacarme, insolentes. Tu mayor deseo rogaría mejorar en bucle.

¿No es así, Celeste?

Un rato a solas genera sensación, pero publicar mordía mis dedos. Goza mi ausencia, solo ahí te será posible respirar.

Sin Rumbo FijoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora