Entre lazos

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Mis colores se iban a las hojas. Unas amigables hormigas dejaban rosas en mí.

Tenía testigos, mejor dicho, espectadores.

Pacientemente enumeraban los agujeros.

—¿Mami, tiene un amigo?

Respondí que sí, a mi lado surgían piedras, tierra y agua.

Dentro de esa mezcla nacían ojos. Puntos negros, penetrantes que caían en mis raíces.

—¿Me vas a envolver?

Hice caso a su primera petición.

Siempre para ustedes, aguijones. Sin ustedes no hubiéramos desistido.

—Pero no les quitamos la oscuridad.

Hacernos más largos para llegar al cielo debilita nuestras perturbaciones.

Con ellas sencillamente se sostiene las telas.

—Hay agujas, no pidan más.

Las patadas de premio nos hicieron bien.

Descolocados, no derribados en esta onda.

¿Sabrán que sus parches pisan terreno que se pega al principio de mis hermanos?

¿O que sus noche han sido un sinsentido admirables en lógica gracias a mí?

Sin Rumbo FijoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora