Uno

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Descanse mi cabeza en la orilla de la bañera dejando que mi cuerpo disfrutara del agua caliente, mis ojos se comenzaban a sentir cansados y mi respiración eran cada vez más lenta; era obvio que después de tantas horas de viaje me encontrara agotada.

¡Fanculo! — (carajo) gruñí al escuchar el tono de llamada, habían interrumpido mi sueño y ahora me encontraba frustrada, mi enojo iba en aumento al no localizar mi teléfono— ¡voy a matar a la persona que este del otro lado!

Al ver que mi teléfono se encontraba justo a mi lado, lo tomé rápidamente sin importar si lo
mojaba.

¿Cosa?— (¿Qué?) conteste de mala manera sin mirar siquiera quien era. Concentre mi vista en el gran ventanal el cual me dejaba ver la hermosa vista que Corea me ofrecía.

Sempre così dolce, mi amore. —(siempre tan dulce, mi amor) Su voz tenía un toque de gracia y seducción que me hacía difícil no ponerme a sus pies en ese momento.

— ¿Me extrañas?— juguetee un poco con mi mano libre, moviendo la espuma de la bañera.

Dejo escapar un sonido como si de un bufido se tratase, lo conocía también que podría apostar toda mi fortuna a que se encontraba sonriendo con incredulidad debido a mi descaro.

—Sabes que si, pero no he llamado para eso— asentí aun que el no pudiera verme— ¿llegaste?.

—¿Por qué tan impaciente, Cassano? — me burlé— tu impaciencia en este momento me hace cuestionar tu puesto como consigliere.

— Necesito que te presentes mañana en la plaza, hablare con los inquilinos y se que si te ven a ti, los convenceré de lo que sea, por favor, no llegues tarde.

—Vincenzo, ¿cuando he llegado tarde?— pregunté retóricamente.

—Los demás siempre se adelantan— dijimos al unísono. Él lo decía en forma de burla y yo con total seriedad.

Vincenzo y yo teníamos una larga historia por lo tanto nos conocíamos el uno al otro como a nadie.

Mi padre, solía ser el numerale más confiable del señor Cassano, y mi madre solía ser su casseto, por lo tanto crecí entre armas, estafas, mafia y sobretodo entre Vincenzo.

Recuerdo que el día de su llegada no dejaba de llorar, su llanto era silencioso pero desgarrador, sentado en la fuente de aquel inmenso jardín, mientras que sus lágrimas caían en el agua.

Mi madre y la suya me animaban constantemente a acercarme a él, era tan solo dos años mayor que yo por lo que pensaban que yo sería un gran apoyo.

"— No me gustas, siempre siento tu mirada cada que vengo aquí, te escondes detrás de esa enorme maceta y te marchas cuando tu madre te llama para merendar— Dijo sin mirarme.

— ¿Por eso no te gusto?— pregunté más para mi— es muy tonto que no te guste por eso— puse mis pequeñas manos en mi cadera, expresando mi enojo.

Vincenzo me miró por primera vez después de tres semanas de su llegada, y en ese momento mi yo de
seis años se sentía tan desconcertada al sentir una inmensa felicidad por la mirada de un niño. Patética.

—¿Quieres gustarme?— preguntó y yo negué— ¿por qué?

—¿Por qué tendría que gustarte yo a ti y no al revés? esfuérzate por gustarme y tal vez te siga mirando desde allá— señale mi escondite— por ahora iré a merendar. "

Desde aquel día Vincenzo se esforzaba en gustarme, tratando de ser el mejor en todo. Cuando mi padre nos enseño a usar armas a Paolo, Vincenzo y a mi.
Vincenzo fue el primero en dominar todas y después se ofrecía a ayudarme.

En las tardes ya no lloraba, se limitaba a jugar conmigo, corriendo por todo el jardín y escandiéndonos entre las plantas.

Cuando llegamos a la adolescencia, mis padres muriendo y Vincenzo se encargo en ser mi ancla a la realidad.

El señor Cassano, decidió acogerme en su casa por la lealtad y cariño que mis padres le habían tenido y sobre todo porque Vincenzo había amenazado con huir conmigo. En ese momento de mi vida Vincenzo se encargaba de no dejarme sola en ningún momento, dormía a mi lado, me obligaba a comer y a la hora del baño, esperaba junto a la puerta.

Cuándo me encontraba mejor me di cuenta que estaba perdidamente enamorada de él, pero Vincenzo Cassano no se enamora, no es un lema o alguna regla suya, simplemente no lo siente o así lo explicó. Pero decía que no podía rechazarme, así fue como empezamos a tener ciertos tratos diferentes entre nosotros. Cambiamos las noches de películas por cenas con vino, las tardes de juego por besos lentos y profundos en su oficina, los días de entrenamiento por sesiones largas de sexo.

No estábamos en una relación, no había nada serio, aunque eso no me preocupaba porque Vincenzo nunca había caído ante alguna persona, no éramos nada formal, pero yo le pertenecía y él a mi.

—Te veré mañana, prometo ser puntual.

— Lo se, siempre eres puntual cuando se trata de mi — y colgó.

Mire el teléfono con la boca abierta del asombro.

—¡Por dios, que egocéntrico!

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