Seis

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La sala tenía una larga mesa con bastantes sillas a su alrededor, DeokJin ya se encontraba sentado, jugueteando con sus dedos por el nerviosismo.
Los tres tomamos asiento frente a él, lo cual pareció intimidarlo ligeramente dejando escapar una risa nerviosa.

—Quiero ver la acusación. La leeré— Vicenzo saco el sobre dejándolo sobre la mesa para que el señor Hong lo hiciera llegar a las manos del contrarío.

El patético hombre, golpeó la mesa sobre la acusación en busca de intimidarnos, ganándose una mirada de mi parte que expresaba lo patético que había sido eso. Al parecer se dió cuenta de ello por lo que carraspeó avergonzado.

Tomo la acusación entre sus manos abriéndola para encontrarse con que el sobre estaba vacío.

—Está vacía— el señor Hong miró a Vicenzo totalmente incrédulo— mentí para poder verlo.

El señor Hong se encontraba tan pasmado que no podía hablar.

—Ya le pagamos bastante. ¿Por qué....?— Deokjin se interrumpió al sentir la pesada mirada de los tres— ¿por qué son tan pesados?

—No somos pesados — lo contradijo el señor Hong —Queremos corregir lo que está mal.

—Entonces pueden demandarme cuando quieran, hagan lo que quieran. O hagan una manifestación frente a la Casa Azul— Vicenzo me dedicó una pequeña mirada, indicándome que podía encargarme de él.

—Woah, excelentes ideas— ironicé — pero le dire algo, nosotros acostumbramos a pagare in nature— (pagar con la misma moneda) Vicenzo se dirigió a uno de los grandes cristales que tenía la oficina, mirándolo como si fuese lo más llamativo del mundo.

—Pensábamos en secuestrar a toda su familia y luego lo obligaremos a cancelar el contrato— Confesó Vincenzo sin mirarlo

Me incline hasta el punto en el que mi pecho rozaba la mesa. Tomando la corbata del director y dandole bastantes vueltas alrededor de su cuello con esta, apretándola sin delicadeza para que comenzara a sentir la falta de aire.

— "Todo lo malo tiene un punto bueno"— cité— lamentablemente para usted, el punto bueno de Vicenzo, soy yo— apreté un poco más pero no lo suficiente para hacerlo desmayar— y no tengo ganas de intervenir por usted.

Solté la corbata de manera brusca al ver que su rostro se tornaba de un color rojizo. Al sentir que nada impedía el pasó de oxígeno tomo una bocanada de aire.

Deokjin tardo unos minutos en recuperar su postura.

—¿Acaso son fanáticos de El padrino?— Vicenzo comenzaba a escabullirse detrás de él— ¡¿Están imitando a la mafia porque son Italianos?¡— El señor Na comenzaba a alterarse elevándome la voz, incluso golpeó la mesa antes de levantarse.

Su intención era mantenerse de pie, pero Vincenzo golpeo la silla que por consecuente golpeo la corva de Deokjin regresándolo de golpe a su silla.

—No me gusta cuando alguien le eleva la voz— susurró el pelinegro mientras aplicaba bastante fuerza en el hombro de nuestro contrario— Si estuviésemos en Italia, usted ya sería fertilizante para los viñedos— el cuerpo de Deokjin fue empujado aún más a la silla— Ya se habría convertido en un vino barato, que se vende dos por uno— La fuerza que usaba en su hombro incrementaba conforme iba hablando— No estamos aquí para negociar, sino para advertirle. Ya nos tiene cansados.

—De acuerdo— El señor Hong sonrió satisfecho por nuestro trabajo.

Al salir de la oficina el señor Hong seguía extasiado por lo que había pasado hace unos momentos.

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