4: Luna

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Emprendimos camino nuevamente, no tuvimos que caminar tanto esa vez, creó aquella apertura y antes de entrar, me hizo una extraña advertencia que no comprendí del todo hasta que estuve adentro.

—Presiento quien será, sujetate con fuerza

Todo tomó sentido cuando al primer paso que di, mi pie no dio a parar en ninguna superficie. Grité por la impresión, cerré los ojos con fuerza esperando el golpe, una caída desde quién sabe cuánta altura, una caída de la que esperaba salir con vida.

Más ninguna caída llegó o se estaba haciendo eterna. Podía mover mis extremidades con total libertad, una que se sentía mayor y completa pero sumamente desconocida. Tomé valor suficiente para abrir mis ojos y me encontré flotante en el espacio, y me refiero al espacio que se encuentra en el exterior de la tierra, donde no existía gravedad que me arrastrara a tierra firme, donde podía ver las estrellas tan cerca que sentía que podía rozar las con mis dedos y donde me sentía tan ligero como una pluma. Una hermosa ilusión pues estaba bien consciente de las discrepancias físicas que habían.

Miré hacia abajo y reconocí que estaba flotando a metros de cráteres lunares, unos bastantes peculiares, con tonos grises y salmón, y un particular jardín de rosas rojas. Quería tocarlas pero no podía controlar la dirección de mis movimientos, sentía como poco a poco me alejaba de esa Luna pero no me molestaba, ni me asustaba, estaba solo fascinado. Busqué con locura a la Tierra y cuando la divise a los lejos vestida de ese intenso azul no pude contener mi emoción

—¡Santa mierda! —Reí con fuerza, sin parar, era eufórica la sensación.

—¡Hey! ¡Tú! —Llamó alguna voz y me giré como pude a mirarle.

Quedé estático en mi lugar cuando vi acercarse a mí al hombre más guapo que había visto que mi corta vida, una simetría casi perfecta en su rostro, su piel parecía relucir con la luz, grandes y profundos ojos con pestañas largas y labios gruesos y carnosos. Vestido en aquel traje de ensueño, voluminoso y de colores blancos y rosado pastel. Ninguna de mis descripciones le harían justicia.

Una obra de arte personificada.

—Que lindo ¿Estas solo? Es extraño. Pero eres lindo, muy muy lindo —Dijo con rapidez a sólo centímetros de mí, controlando perfectamente sus movimientos —¿Estas perdido? —Preguntó con voz dulce

Negué pero de mis labios no salió ninguna palabra, el sonrió cálidamente y tomó una mis piernas arrastrandome hasta apoyarme en la superficie lunar, ahora podía estar de pie y estable pero el seguía flotando y revolviéndose en el aire horizontalmente. Volvió a sonreír.

—Eres lo más hermoso que mis ojos han visto —Dije sin vacilar y el no se inmutó, hizo un amago para restarle importancia

—¡Oh no es para tanto! ¿Sabes quién es hermosa? —preguntó con emoción, bajando a mi lado—¡Mi tierra! Te la voy a presentar —Giró en su búsqueda pero cuando ambos miramos en su dirección, no había nada—¿Dónde esta mi tierra?

Su cara se cambió en una expresión sorprendida y luego indignada, me miró acusativamente y di un respingo

—¡Maleducado! La asustaste

En momentos como ese me preguntaba a dónde se escabulló Hoseok

—Lo siento, no fue mi intención, de verdad —Me disculpe siguiéndolo con la vista a medida que daba varias vueltas por el aire buscando a su tierra. Repentinamente se acercó a mí

—¿Quieres ser mí nueva tierra? —Preguntó a ligera como si fuese natural.

Podía describirlo como: hiperactivo. Como si hubiese comido grandes cantidades de azúcar.

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