5: Mi tiempo

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—¡Es tan exagerado! ¡No me deja entrar porque dice que asusto a su Tierra!

Me comentó Hoseok enojado sin dejar de hacer ademanes que además de verse graciosos le hacían ver más joven.

—Eres tierno —Reí y pareció recomponerse con esas de sus grandes y brillantes sonrisas

—Lo soy —Confirmó y se apegó a mi costado —Pareces mucho más relajado, espero que sigas así porque estamos dejando la parte bonita...

—Estoy listo si eso me lleva a Persona —Dije con convicción. Si cada valle que cruzará iba acercarme a Persona estaba dispuesto a cruzar los todos porque un llamado desde el fondo de mí sentía que Persona necesitaba de mí y que yo necesitaba de Persona, el misterio que albergaba tenía que desarmarlo con mis propias manos o permanecería intranquilo.

—Si no puedo entrar contigo es porque directamente no pude, pero te buscaré rápido ¿ok? —Asentí a sus instrucciones, ya había recorrido la mayor parte del camino solo de cualquier forma.

Un paso adentro de la nueva entrada y un frío escabroso y antinatural me caló los huesos. El vaho salía de mi boca en cada respiración y mi cuerpo no tardó en empezar a temblar.

Más allá del cambio radical de temperatura, lo que más me impresionaba era que el lugar no estaba bañado de lluvia o nieve. Bajó mis pies había arena de color azul marino, casi negro, con una ligera capa de niebla encima. El resto del lugar era exactamente como el anterior, una oscuridad sin fin.

Pero no estaba vacío, había relojes en cantidades, demasiados como para enumerarlos. Cientos de ellos, relojes gigantes como un muro, medianos como de mi altura, y pequeños como la palma de mi mano, de diferentes modelos y diseños. Todos flotaban en el espacio vacío, sin dejar de hacer el característico 'tik' al avanzar las manecillas, pero todos estaban a diferentes horas, como si el tiempo estuviese confundido, lo podía entender muy bien de ser el caso.

Frote mis manos una contra otra y las puse en mis mejillas para conseguir un poco de calor mientras caminaba un poco alrededor observando los relojes moverse sin patrón alguno.

Me acerqué a un pequeño reloj redondo que flotaba en frente de mí y lo tomé con toda intención de arreglarlo puesto que la manecilla de lo segundos iba en dirección contraria y aún así no hacía que la de los minutos se moviera. Con el ceño fruncido puse mi dedo sobre el metal de la manecilla pero lo dejé estático al escuchar un golpe atrás de mi. Alguna cosa había aterrizado de quien sabe donde hasta posarse a mi espalda. Esperé a la expectativa sin mover mis dedos, con la desagradable sensación del temor tomando forma en mi torrente sanguíneo.

—¿Que crees que estás haciendo?

Mi única reacción al escuchar aquella fuerte y bastante enojada voz fue soltar el reloj y girarme a ver de dónde provenía, sintiendo como podría sudar de los nervios aún estando en temperaturas extremadamente bajas.

Lo que vi fue el rostro de un furioso pelinegro de largos mechones que caían por sus mejillas con ondas casi húmedas. Tan solo por sus rasgos parecía fuerte y amenazante, aunque sus ojos negros brillantes y redondos hablaran en contradicción. También poseía una prominente nariz pero todo el conjunto hacía armonía, una armonía terriblemente peligrosa, como la que suena antes de un homicidio en las películas de misterio, y su ropa de cuero negra y ajustada en todo el cuerpo lucía justo como una de esas película de finales trágicos.

Con los delgados y asalmonados labios fruncidos y la mandíbula apretaba, estaba furioso pero no veía que hubiera hecho algo que le ofendiese.

—E-estaba... Iba a a-arreglar el re-reloj —Tartamudee casi en cada palabra ya que el frío hacía que mi quijada temblará sin control.

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