7: Persona

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En mi mente había tirado de la cortina con fuerza para descubrir lo que sea que se encontraba detrás, pero en la realidad, la elegante capa de tela seguía intacta y ondulante me ofrecía lo que ocultaba. Pensé que sería tan fácil como echarla a un lado pero tenía el borde empuñada en mi mano y mi cerebro no daba la señal que necesitaba para moverla, era más fácil culpar a mi sistema nervioso que aceptar que eran mis propios temores los que evitaban que caminase hacía el desenlace.

La idea que dibujé en mi cabeza para ese momento fueron trazos que hice y deshice sin llegar a nada concreto y terminé con un mancha mental de borrador oscuro. Lo imaginé durante todo el camino más entre tantos escenarios difusos no sabía a certeza lo que podría encontrar y no temía por lo que resultase, temía por lo que podría no resultar. Esperaba demasiado, esperaba tanto que el temor por ser decepcionado estaba latente. Me encontré de nuevo con las manos temblorosas alrededor de la fina tela que no terminaba de deslizar.

Tan perdido en mis pensamientos, olvidé el armagedón en la habitación. Sentía el techo cayéndose a pedazos y sabía que las paredes estarían a escasos metros de mi cuerpo pero seguía perdido en ese color marfil; era tan familiar como desconocido y casi se sentían como las cortinas que solían colgar en la casa de mis padres, donde mi mente insistía en vivir aún cuando me había mudado hace años, las mismas cortinas aparecían en mis sueños como un recordatorio de lo que soy realmente.

Solo Namjoon.

Sin darme cuenta sonreí con nostalgia.

Encuentrame y sonreiré contigo

Las palabras proviniendo de detrás de las cortinas como un débil eco y no tuve que pensarlo demasiado para suponer que pertenecía a Persona.

Mí corazón empezó a correr nuevamente, había deseado con todas mis esperanzas realmente conseguir a Persona pero al mismo tiempo, no esperaba encontrar nada, no esperaba que se sintiese tan real y tan palpable a pocos pasos de mi.

El suelo debajo de mis pies crujio, la realidad pinchando mi burbuja. Miré en dirección a mis pies con temor de lo que podría encontrar, las grietas extendiéndose por cada rincón fue la fuerza que necesitaba para quitar bruscamente la cortina de mi camino, enseñandome un corto pasillo perfectamente estable a diferencia del trozo de cemento fragmentado que quedaba debajo de mí. Casi puedo asegurar que escuché un lamento al dar el paso que necesitaba para llegar al pasillo e inmediatamente presenciar el colapso completo de la habitación en la que estaba. Cayó a un vacío infinito y dejó únicamente el negro nítido del principio, solo que esta vez no había solido que pisar, el vacío era uno literal.

Apoyé la mano sobre mi pecho recomponiendome del susto. Si no estaba muerto, durante ese viaje tuve varias oportunidades de dar el pasó que se necesitaba y honestamente, no era un idea que estaba dispuesto a considerar habiendo llegado tan lejos.

En ese instante, me di el tiempo de mirar el corto pasillo azul oscuro con expectativa. Divisando que daba a... ¿Un salón de clases?

Sin dejar que la decepción me embargase demasiado pronto, caminé hasta entrar a lo que no era un salón de clases cualquiera, era el salón de clases donde estudié durante todo la secundaria. Más este ya no se encontraba inmaculado e impoluto. Era un catastrófico desorden, destruido, las paredes que solían ser blancas cubiertas en tinta y cantidad de grafitis en aerosol, los pupitres rotos y acumulados por todo el espacio; el escritorio perteneciente al profesor estaba quemado y montones de cenizas caían por los lados, el gigantesco pizarrón yacía en el suelo y lucía como si un libro inestable e incoherente hubiese vomitado sobre él, lleno de palabras hasta dejar ningún espacio.

Extrañamente, las cortinas coral que caían por algunas zonas de las paredes se mantuvieron intactas y desentendidas de la mala estación que cruzó el pobre salón de clases.

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