0.1: 00:00

29 5 2
                                    

...Si no quieres volver hoy, esta bien, Namjoonie...

...Sé que hoy estabas cansado y triste sin ninguna razón...

....La vida da estos golpes de velocidad, te has empujado demasiado para alcanzarla...

...Sé que estás cansado y triste por muchas razones...

...Pero este día ya ha terminado...

...Cuando las manecillas del reloj estén en el mismo lugar, el mundo sostendrá tu respiración por un momento...

...Mañana serás feliz...

Lejano y distante pero terriblemente cerca.

La voz dulce y suave de mi madre aparecía en pequeñas piezas de rompecabezas a susurros que intentaban traerme de vuelta a una turbia e inestable realidad, que por tal inestabilidad podía pasar de adjetivos malos a buenos en cuestión de segundos.

Mi respiración se sentía diferente, incluso mis latidos se sentían diferentes, ralentizados y dificultados pero de alguna forma, con más decisión de la que alguna vez tuvieron.

Cuando la voz de mi madre desapareció por completo, la inseguridad insistió en que terminase de despertar. Atrayendome bruscamente a la incómoda cama debajo de mi cuerpo. Mis párpados seguían cerrados y con un ligero escozor, abrí los ojos doloridos, como si hubiese llorado por horas, irritados e hinchados, me tomó unos segundos acostumbrarme a la luz de la habitación. Parpadee intentando descifrar porque la habitación lucía tan clara y brillante, totalmente desorientado y con una vaga idea de lo que estaba sucediendo.

Una vez haber enfocado mejor en los muebles clínicos a mi alrededor, entendí que estaba en una impersonal habitación de hospital. Con solución pasando a través de una intravenosa en mi muñeca derecha y mis propios signos vitales haciendo un irritante sonido a mi lado izquierdo. Incómodo pero aliviado de hacerlos sonar aún.

No me sorprendía estar en esa situación.

Cuando presionaba a mi mente contra mis propios límites, mi cuerpo era quien terminaba gritando desesperadamente por ayuda y ahí estaba yo, descompensado y deshidratado por exceso de fuerza mental.

Si me preguntan, pensar también ha de ser una enfermedad.

Usualmente, hubiese sentido el suficiente vacío como para pedir una dosis más alta de calmante, uno que pudiese adormecerme lo suficiente como para dejar de divagar.

Hubiese sentido la suficiente culpa como para llamar a mi madre de vuelta a la habitación y pedirle suplicantemente su perdón; perdón por no ser suficiente para las expectativas del mundo en el que me quedo paralelo. Le diría "No lo haré de nuevo" pero aún así encontraría la forma de meterme en una situación agobiante que me llevaría de vuelta a esa cama de hospital; donde inevitablemente acababa cada semestre, todas y cada una de las ocasiones a resultado de un intentó fallido por ser mejor, por superar alguna meta, por tener la mejor calificación o el mejor desempeño. Días sin dormir y sin comer adecuadamente para ser una versión de mi que fuese agradable a la vista de alguien, días que acababan en ese camilla de hospital con una fea imagen a mi vista.

Más sin embargo, ese día particular, una ola de recuerdos rompieron en mi espacio mental apenas  abri los ojos. Conmovedores y vívidos retratos de lo que parecía el sueño más descabellado de mi vida pero que no se sentía en absoluto como una fantasía lejana que solo mi mente había vivido.

Recuerdos que me hicieron ver el mismo cuarto con diferentes tonos.

Ya no sentía que hubiese un hoyo en mi interior, un vacío que llenar con la aprobación de alguien más, sin presiones por convertirme en algo que debía, sin culpas por no haber logrado lo que debería. Me sentía como un imbecil por considerar a todos menos a mí pero ya no habían reproches. Solo tranquilidad.

Libre, libre, libre.

Con una boba sonrisa miré la hora en el redondo reloj de pared.

00:00

"A las doce en punto todo se reinicia"


Dispuesto a reiniciar mi reloj, dispuesto a tomar un respiro como la primera vez, dispuesto a hacer que todo cámbiase.

Retire con cuidado la intravenosa de mi piel y los adhesivos que desde mi pecho monitoreaban mi pulso, haciendo que la máquina a mi lado entrase en pánico. Tambaleando pero con seguridad llegué al borde de la cama y apoye mis pies sobre la cerámica fría.

Antes de dar algún paso el sonido de algo pequeño cayendo llamó y atención y con un rápido escaneo encontré la discordancia.

Un pequeño caramelo rojo.

Aún con el quebranto me incliné a recogerlo, sin poder ocultar mi impresión pero menos aún mi fascinación.

No creo en casualidades.

El caramelo de fresa que Taehyung me regaló anteriormente. Sin pensarlo dos veces, lo abrí y lo llevé a mis labios como el último empujón que necesitaba para comenzar un nuevo día.

—Mañana seré feliz

Sería una mentira afirmar que fui feliz de un día para otro, pero desde entonces he crecido sustancialmente.

Desde entonces soy más feliz. Mucho más.

Esta es una historia que me gusta recordar cuando estoy cansado al punto de querer bajar mi bandera.

Una viaje que llevó tatuado en mi piel con tinta y en mis recuerdos a fuego.

Un mapa que guardo bajo mi pecho en caso de que, entre tantos caminos, sienta a perderme.

Una ruta en la que sigo avanzando diariamente pero que dejó de ser tortuosa hace mucho.

Puede que hacer un viaje a tu interior sea el más confuso y abrumador viaje que hagas, pero habrá valido la pena cuando llegues a casa con un mapa en la mano.

Vale la pena.

Dejé que mis pies me llevaran muy profundo y cuando estaba perdiendome, yo me vi a mi mismo.

Cuando estaba apunto de perderme... me encontré.

Hace años que no ingresó a un hospital por las razones que solía, porque hace años decidí que la lucha no es contra mí mismo.

–Kim Namjoon–

Mapa De Mi Alma Donde viven las historias. Descúbrelo ahora