La vida misma

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  Llegó a mi vida una tarde de julio por la que había esperado sin descanso. El tiempo pareció detenerse mientras sostenía su frágil cuerpo entre mis brazos. Tenía tanto miedo de llegar a lastimarla y al mismo tiempo estaba tan agradecida por el regalo que había recibido, que el cansancio pasó a formar parte de un plano olvidado cuando al mirar su carita esos pequeños luceros en sus pupilas atravesaron mi alma en cuestión de un parpadeo. Articular palabra se me hizo prácticamente imposible, mi visión se nubló casi al instante y gruesas lágrimas se precipitaron por mis mejillas, mientras sentía algo en mi pecho hacerse cada vez más grande.

  Sostenía entre mis brazos una pequeña parte de mí y no podía dar crédito a los deseos tan grandes de cuidarla que durante estos nueve meses venían manifestándose ¿Quién como yo podría comprender el valor del pequeño milagro que fue creciendo dentro de mí, alimentándose a través de mí, desarrollándose por cada segundo que transcurría? Porque en cuestión de meses, un cuerpo tan menudo que pareciese a punto de colapsar, me demuestra cada día su creciente fortaleza.

  Tengo una bebita sobre mi regazo, que juega a ser adulta a tan corta edad, que asegura saber más de lo que aparenta y la mitad de las cosas siempre logra sorprenderla. Esa bebé que prometí proteger siempre, crece ante mis ojos sin que pueda impedirlo, porque quiero que siga siendo mi pequeñita, que siga jugando con mis cabellos, que bese mis mejillas de esa forma única que solo ella conoce. Esta bebé que llevo de la mano tiene tantas ganas de correr que a veces se olvida de la fuerza que tiene cada paso que da al caminar. Mi princesita quiere tener alas, alas que yo no puedo darle, alas que crecerán poco a poco y la llevarán a lugares nuevos.

  Y te confieso, tesoro mío: gracias a ti puedo asegurar que los milagros cobran vida, que existe la prueba definitiva de amor. Mis ojos atestiguan la vida misma detrás de tu nombre; y reconozco a pesar de mi recelo: benditas sean tus ganas de volar, de aprender y sentir por ti misma lo que hay allá afuera esperando a ser descubierto. Aplaudo esa forma que tienes de sobreponerte, de convertir hasta el más pequeño detalle en mi más grande enseñanza. Contemplo esos ojos vivaces que devoran todo a su paso, esas manitas que ansían apoderarse del mundo, esa tímida pero encantadora sonrisa por la que tantos corazones caerían enamorados. Mi pequeña está evolucionando y, a causa de ella, mi resolución no conoce límites.

Nunca antes la palabra “madre” había tenido tanto significado como ahora.

Creando definicionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora