꒰capítulo cuatro꒱

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❛❛golden boy❜❜

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❛❛golden boy❜❜

El chico de hebras rubias se miraba en su reflejo, con un suspiro, cambió su rostro cansado a una expresión encantadora.

Se suponía que le presentarían a Kim Sunoo, el omega del momento, ya que, contra todo pronóstico, luego de décadas sin que algo así ocurriera, el chico era un cambiaformas, cosa que llamó la atención de todo el mundo.

La familia del omega buscaban al mejor alfa para su hijo, del linaje más puro posible, con la esperanza que, al tener hijos, estos nazcan con los mejores genes, incluido el propio don de transformarse en un adorable lobito a voluntad, tal como ese tal Kim Sunoo podía hacer.

Y él era uno de los candidatos principales, familia de magnates, heredero de una fortuna, hijo único y perfecto, apodado el Golden Boy por todas sus cualidades.

Pero a Park Jay le importaba tres pepinos qué tan fabuloso pintaran a ese omega.

Porque ese desconocido no era quien él quería para su compromiso.

Aún, con esfuerzo, se arregló con ropa elegante, se acomodó el pelo hasta quedar perfecto, y se colocó una sonrisa rompecorazones en el rostro.

Luego de una última mirada en el espejo, se volteo para salir de su amplio dormitorio.

Su sonrisa no duró mucho al ver al chico pelinegro, parado en el umbral de la puerta, el beta lo miraba con súplica.

Había discutido con Yang Jungwon en cuanto se enteró que le presentarían a un omega, exigiendo que se revelara contra sus padres, ya que él no quería ese arreglo.

Ya lo habían discutido muchas veces. Ya que ambos debían tener que mantener su relación en secreto.

La familia Park no dejaría que su linaje se perdiera si el último descendiente elegía a un beta; su familia no funcionaba así, ellos eran alfas y omegas, no había lugar para algo como Jungwon.

Para el mundo, ellos eran amigos; pero a solas ellos eran su propio mundo.

Y por esa razón el corazón de Jay se destrozaba cada vez un poco más.

No habían hablado desde hacía unos días, cuando la señora Park había aparecido en la casa de su hijo para darle la noticia de su compromiso.

Pero cada vez que se cruzaban, Jungwon tenía ese misma expresión de "Por favor, no lo hagas" en el rostro.

Jay suspiro, se acercó al beta con paso tranquilo, hasta quedar a unos centímetros del rostro del pelinegro -Por favor, no sigamos así. -pidió el rubio mirando a los ojos impropios, aunque él tenía la vista en el suelo.

Jungwon no contestó, y Jay se desesperó un poco, tomando el rostro del beta.

—Won, mírame. —exigió, pero no tuvo respuesta. Apretando los dientes con fuerza, sintió sus caninos siendo apretados y su voz salió de lo más profundo de su pecho— Jungwon, mírame.

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