꒰capítulo uno꒱

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❝ emus maximus ❞

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emus maximus ❞

—¿Escuchaste del último hijo de los Kim? ¿Sunoo?

Jihyo, obviamente que lo escuché, ¿Crees que vivo en una cueva?

—Ohh, Tzuyu, siempre tan mala onda. Pero, en serio, ese Sunoo me trae fascinada.

—No eres la única.

—Digo, un lindo y adorable omega, que además, es un cambiaformas, ¿No es la cosa más linda y especial que hayas escuchado?

—A ver si mueves tu culo de la máquina, pelirroja estúpida

Ambas jóvenes voltearon para mirar al muchacho de piel ligeramente pálida, el flequillo de su cabello negro casi tapaba parcialmente unos ojos.

Las dos chicas hicieron una mueca de confusión, no habían sentido un mínimo olor de la presencia de aquel chico

Jihyo rodó los ojos, separándose de la máquina expendedora donde estaba apoyada, tomando la mano de Tzuyu. Las dos betas se fueron, caminando apresuradamente por el pasillo del edificio de la universidad.

Sunghoon por fin pudo pedir su gaseosa a la máquina, disfrutando el silencio que había provocado la ausencia de las dos chicas.

En verdad, él había escuchado acerca de ese caso tan especial llamado Kim Sunoo. siendo un joven omega, ya era bastante especial, pero no fue conocido hasta hacía unos días, cuando el mundo se enteró que el chico de veinte años era un cambiaformas; pasando de ser un muchacho enano a un lobo blanco.

Por muchos años, se creían a los cambiaformas como un mito, algo propio de las películas de Hollywood.

Claro que Sunghoon tenía tanto interés en ese tema como lo que le importaba hablarle bien a la estúpida de Jihyo.

Un menos diez porciento, para ser más exactos.

Con su refresco en la mano, volvió a la biblioteca, lugar donde de dedicaba a hacer las únicas dos cosas que hacía en la universidad: estudiar o dormir. Aunque siempre tuvo la costumbre de terminar haciendo la segunda cosa.

Dejando a sus pies la lata medio vacía, se acostó en el sillón del fondo de la biblioteca.

La bibliotecaria era una joven alfa de poco más de dieciocho años que sabía de las siestas de Sunghoon, pero no le molestaba en lo absoluto, por otro lado, despertaba al chico sólo cuando un profesor o el mismo director entraba para corroborar el buen uso de la biblioteca; por esa razón, el pelinegro dormía con un libro entre las manos, asi que cuando se despertara, solo fingirá leer.

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