Retrato de invierno // offgun✔️

rastro insolente

Pese a que se sentía nervioso, decidió que era lo mejor que podía hacer. Ya se había dejado llevar una vez y desde aquella noche, todo había cambiado. No había razón alguna para seguir dándole vueltas al asunto. Los dados habían sido lanzados y su destino escrutado.

La forma en la que sentía la vida y sus relaciones personales parecían moverse lentamente justo frente a sus ojos. Por una parte, seguía hablando frecuentemente con su madre sobre trivialidad, al tiempo en que buscaba a Gun con necesidad. Ya no esperaba a que este diera el primer paso, sino que se confesaba con gallardía. Quería verle, hablar y consolar sus palabras en risas elocuentes. Mientras que por otra parte, rechazaba sin remordimiento llamadas y visitas de Grace. Su relación se había vuelto extraña, aunque sentía que ella tenía fuertes nociones de lo que podía estar pasando. Mas no decía nada, no le presionaba. Seguían actuando cómo si todo estuviera bien. Como la pareja que solían ser.

Para Off no había una solución concreta. No buscada una forma de arreglar la situación. Su boca se mantenía en silencio al igual que su cuerpo. El único comentario que escuchó al respecto, y le hizo creer de que su prometida podía adivinar lo que ocurría, fue una tarde que pasaron juntos luego de que Grace insistiera decidida para poder verse. El pianista aceptó, sin estar seguro de sus actos, porque no tenía intención alguna de compartir tiempo con ella.

-Algo cambió - murmuró, observándole sin pestañear.

-No lo creo - respondió Off con firmeza, pese a que él también pensaba lo mismo. Era primera vez que intentaban mencionar el tema.

-Si quieres contarme algo, puedes decirlo - habló más fuerte. Podía ver la súplica entre sus ojos oscuros.

El castaño se encogió de hombros y negó con la cabeza. Esbozó una sonrisa y sin muchas ganas, depositó un suave beso en su sien. Fue agridulce, al igual que la punzada que le atravesó el corazón. La mentira se había vuelto parte de su rutina y eso le quemaba el esófago cada vez que, de manera venenosa, escupía palabras sin pensar.

Movió su cabeza en una ademán de olvidar. Intentó concentrarse en la melodía que tocaba con emoción, pero se le hacía difícil, ya que había dormido sólo unas horas. No lograba comprender la razón exacta, pero, de alguna u otra forma, la culpa le arremetía con desesperación entre sus sueños. Estaba cansado y en la mañana salió sin muchos ánimos de su departamento.

Sus manos volaban sobre las teclas del piano, allí, en su afán destructivo recordó el momento más placentero de su vida. Aquel instrumento se había vuelto sin querer en su debilidad y en la discordia de su vida. Mas, debía confesar que nunca antes había conectado en el sexo de esa manera. De solo evocar esas imágenes, sentía como su polla cobraba vida.

Después de aquel encuentro, habían comenzado a pasar más tiempo juntos. Off no sabía muy bien lo que sentía, pero cada vez que Gun estaba sobre él, susurrándole cochinadas de la manera más explícita posible, le suplicaba a la vida que ese momento durara la eternidad infinita. Pasaban horas besándose, platicando, sintiéndose, conociéndose, toqueteándose y oliendo con descaro la tensión que los hipnotizaba. Era excitante la cantidad de nuevas emociones que había aprendido gracias al bailarín.

Furtivos en los camarines, habían vuelto a enredarse, sigilosos y apasionados. Después en el departamento de Gun, en el teatro, en un baño de una disco, en la cocina de Gun o en cualquier lugar que pudiera servirles para desatar la prohibida pasión.

Off ya no pensaba con claridad. Había deducido que lo mejor era dejarse llevar por su polla, la cual le imploraba otro encuentro con su compañero. Sin embargo, y pese a que nunca hablaban de lo que en realidad estaba pasando, no podía dejar de sentir una incomodidad en su pecho. Era como una falta sin gracia, un destello de desamparo. Quería ignorar esa sensación, pero no podía, entre más tiempo pensaba y reflexionaba en la oscuridad de su habitación, más molestias sentía.