promesa rota

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El reflejo del espejo le parecía familiar. Tenía una extraña dosis de éxtasis en su ojos, una luz especial que lograba atravesar su alma. Ahí, en la soledad de su baño, reconocía al adolescente temeroso que alguna vez vivió en su interior. Aún estaba ahí, podía sentirlo más vivo que nunca.

Bastaron unos minutos para que las lágrimas comenzaran a caer por su rostro y a perderse en un delirio del pasado. Se miró por última vez. Sus facciones estaban hinchadas al igual que las cuencas de sus ojos. Sus labios estaban agrietados y rojos, lo cual provocaba un contraste perfecto con su piel que se había vuelto más pálida que de costumbre.

Cerró los ojos por unos débiles segundos y se preparó mentalmente para el día que vendría. Sabía lo que ocurriría, lo que tendría que presenciar y aceptar en un mutismo absoluto. Sin embargo, nada lo preparó para lo que atravesaría su alma cuando abriera los ojos.

Ahí, en la intimidad de esas cuatro paredes, volvió a sentir el pánico de su adolescencia. Lo vio, lo estaba acosando, lo hacía sentir ese crio infeliz que no pudo dejarse llevar por el amor. Escuchaba las burlas y el rechazo de un amante tan asustado como él. Los labios de aquel chico presionando los suyos y prometiéndole en silencio maniático que nada podría separarlos. ¿Eso era el amor? ¿O el traqueteo de su pecho que no lo estaba dejando respirar?

¿Acaso podía estar sintiendo amor?

Un grito descomunal emergió de su garganta dolida por tanto callar. Las lágrimas no tardaron en hacer acto de presencia y hundirse entre sus entrañas. No sentía bien la ausencia del joven bailarín, lo extrañaba, lo necesitaba. Quería verlo una vez más sonriendo bajo sus brazos.

La despedida de hace una semana había sido tan fría que aún podía sentir el hielo calar en sus extremidades. Había visto a su compañero totalmente ido, con la mirada perdida en algún lugar de la oscura habitación que tantas veces había sido su cómplice. ¿Podía ser que Gun no estuviera sintiendo lo mismo que él?

Con la respiración agitada y la calma aturdiendo dentro de su bienestar, terminó de secar su cabello con la toalla. No quería seguir observando su figura, la cual se había vuelto una sombra casi imperceptible ante sus atolondrados sentidos. 

Salió del baño, no sin antes colgar la toalla, y terminó de ponerse los zapatos. La hora de partida había finalmente llegado y ya no podía seguir prolongándola, pese a que era lo que más quería en ese momento. Tomó su chaqueta y arregló el cuello de tortuga para luego salir por la puerta principal. 

No miró hacia atrás, no se dio el tiempo de voltear aunque fuera por un instante. Quizás, y solo quizás, si lo hubiera hecho, su corazón hubiera latido con un frenesí diferente. Uno que le hubiera dado la valentía que su adolescente interior carecía. Si tan solo hubiera dado media vuelta esa madrugada, su futuro no sería tan incierto y el pelinegro aún estaría en su vida.

Cuando el aire fresco golpeó su pálido rostro, sintió la ansiedad recorrer su cuerpo. Había sido como una cachetada, una que merecía. Los árboles desnudos bailaban al ritmo del viento, mientras que el barullo de las bocinas y murmullos ajenos cobraban vida entre sus sentidos. Era una buena mañana para caminar hasta el teatro.

Off se arrastraba lento por la vereda y miraba con atención. Quería dejarse llevar por el momento y dejar de pensar, de sentir, de querer, aunque fuera por unos segundos. Sin embargo, cuando decidió agachar la cabeza, pudo ver sus pies desnudos arroparse sobre la arena. Se rió preso de sus recuerdos de su tierra natal. Estaba tan lejos y a la vez tan cerca. Podía sentir el olor a mar, esa mezcla indiscutible de sal y bloqueador solar; además, ese sentimiento de plenitud que gozó en su juventud parecía colarse irrespetuoso. Su caparazón se había vuelto pesado, porque estaba totalmente escondido.

Retrato de invierno // offgun✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora