martirio divino

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Mientras la melodía del piano hipnotizaba sus frágiles sentidos, los recuerdos de la noche anterior volaban en su mente como una trágica película en blanco y negro. Veía todo en cámara lento y mudo, silencio absoluto. Su piel tergiversaba el recuerdo innato de su calor corporal y con ello la audacia de su furtivo encuentro.

Pese a que Gun sentía un nudo en su garganta que no le dejaba respirar por completo, su cuerpo se balanceaba vivo en el vaivén de su danza premeditada. Ya nada era nuevo, ni ajeno. Conocía el suelo, las tablas, las luces, a sus compañeros y a los músicos, pero no a Off. El pianista se había convertido en un enigma auténtico.

Recordó como durante la madrugada sus ojos reflejaban un vacío descomunal, algo que no era capaz de comprender. El silencio que arrebató la escena nocturna se mezclaba horrorizado con sus profundidades. No podía leer lo que se reflejaba en su mente, pero muy en el fondo, conocía la realidad.

Y dolía mucho.

El beso que compartieron parecía quemarse inmundo dentro de su corazón. Ardía como el alcohol y murmuraba como un grillo. Se sentía frenético en el consuelo de una charla que parecía no tener fin, porque jamás lo tendría. El hermetismo al que estaban sometidos los mantenía de rodillas, rogando un poco más.

Gun fue el primero en despertar de su sueño. Como pudo se sentó sobre su compañero y lo sintió una vez más. Fuerte y duro. Quería más para hacerlo callar, pese a que no había dicho nada, podía sentir como las palabras salían febriles de sus poros. Sus ojos seguían vacíos, pero impenetrables en su madrugar. 

- Gun - murmuró el pianista cuando sintió los besos de su compañero bajar por su cuello.

- ¿Mmm? - respondió sin despegar sus rosados labios de la tersa piel de Off.

- No vine solo a eso - anunció inmutable.

El bailarín se bajó del regazo de su amante. Se sentó a su lado sin emitir palabra y lo miró directamente a los ojos. Seguía impávido, con el color desgraciado que no le dejaba ver nada. Quería gritarle, agitarlo y suplicarle que se callara, que este podía ser el fin.

- ¿Entonces? - preguntó y tragó duro. El nudo crecía con rapidez al compás de los segundos.

- No puedo seguir con esto.

Sabía que dolería, pero nunca pensó que tanto. Sus ojos no demoraron en convertirse en agua mientras que su corazón comenzaba un palpitar desenfrenado. Gritarle no era una opción, porque desde que la vio tan linda y sonriente, diciendo con orgullo que era la prometida, supo que nada volvería a ser igual. Ese encuentro inesperado había marcado un antes y un después un su cómica relación.

- Lo sé - afirmó, aunque tuvo una chispa de esperanza de que no sería así.

- No me odies - pidió el castaño, volviendo sus ojos aturdidos hacia los de su compañero.

- ¿Odiarte? - preguntó con sarcasmo, porque cada vez que observaba su rostro sentía un profundo odio crecer en su interior.

- Gun, no seas así - volvió a pedir.

- ¿Así como? - cuestionó el pelinegro poniéndose de pie. Un minuto más sentado y su ira explotaría iracunda.

- Como lo estás ahora.

El problema era que Off parecía no entender la situación. ¿De verdad era tan fácil? Solo fue un simple revolcón y ya, no había nada más. Lo vio ponerse de pie junto a él, lo cual lo intimidó por completo. Había una distancia importante que los separaba, centímetros que con el pasar de las semanas se habían convertido en una barrera que parecía caerse poco a poco.

Retrato de invierno // offgun✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora