| Amigo Imaginario |

122 18 0
                                    


"Quien no encaja en el mundo esta cerca de encontrarse a sí mismo"

–Hermann Hesse

. . . . . . . . . . . . . . . . . . .

–Rin.

El niño tembló al escuchar su nombre siendo pronunciado con pura desaprobación, pero su orgullo y terquedad impidieron mostrarlo. Se mordió el labio inferior apretando los puños, sin atreverse a mirar arriba.

–No me hagas repetirlo.

Movió sus piecitos nerviosamente. El piso era la cosa mas interesante que había visto en toda su corta vida. Escucho el traquetear del zapato contra el suelo, vio por el rabillo del ojo cómo el pie ajeno se movía como el de cierto conejo de caricatura animada. Aguanto una carcajada. Hubo un suspiro frustrado y el movimiento del pie se detuvo.

Uh oh

–Riiin. Disculpate.

Por primera vez desde que entro a la oficina del director alzo la mirada del suelo. Sus ojitos cerúleos se encontraron frente a frente con tres caras familiares y gruñó. Escucho el resoplido del padre Fujimoto a su lado, haciéndolo reaccionar de las crecientes ganas de abalanzarse sobre el grupo de brabucones que ahora mismo lloraban a vivo pulmón señalándolo como el causante de sus trajes embarrados de tierra y húmedad.

–¡Yo no les hice nada!¡Ellos solos se cayeron!

Chilló Rin, dando media vuelta y plantándose frente a su tutor, quien exasperado frunció el ceño con el claro mensaje de hacerle oídos sordos hasta que se disculpara.

–Rin. Ellos se lastimaron en el patio y además de ti, no había otro niño o niña fuera de sus clases. Además, estás igual de sucio que ellos. Sabes que no apruebo las peleas.

–¡No pelee!¡Ellos me empujaron y luego se cayeron!

–Que coincidencia.

El sarcasmo en la voz del mayor no pudo ser mas evidente, pero Rin en serio quería dejar en claro su inocencia. No era justo que solo él fuese regañado, ¿por qué no reprendían también a Taiju, Aoyama y Mitsuki?

–¡Pero...!

–Rin.

Esta vez fue la anciana Yoko quien le hablo. Había olvidado su presencia, pues ella siempre acostumbraba a mantenerse al margen durante sus reprimendas exclusivas. Se percató por fin de la otra maestra, Mika-san, y de los padres furiosos de cada niño. Se enfoco en observar a la anciana.

–Discúlpate, querido.

–...

¿Nadie le creía?

–Rin.

Otra vez el padre Fujimoto con ese tono de advertencia. El niño se quebró.

–... Perdón. No lo volveré a hacer.

Ni siquiera había razón por la cual disculparse. Rin se inclino en una reverencia común de los japoneses y pronto vio como el padre Fujimoto imitaba el gesto.

Linaje AzulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora