|Un par de novatos buscando soluciones a problemas mundanos|

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"Después de escalar una montaña muy alta, descubrimos qué hay muchas otras montañas por escalar"

—Nelson Mandela



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–Sígueme Rin.

Son las únicas dos palabras que Aiken pronuncia esa mañana cuando se encuentran fuera del Parvulario durante el tiempo de receso. Lo había guiado al mismo parque donde se conocieron, palabras serias, una mirada extraña.

Sin encontrar alguna razón para desconfiar o dudar, aprovecho que las maestras estaban en medio de una reunión importante sobre el festival del próximo mes para escabullirse de sus ojos de halcón un rato.

Movió unas cajas de madera escondidas en el patio para escalar el muro que hacía de perímetro y cruzar al otro lado con ayuda del dragón, quien amablemente mordió su camisa para reducir la velocidad de su descenso cuando se percató de la altura inmensa a ojos del niño.

Una vez en el suelo, el dragón hace un gesto con la cabeza y echa a andar entre la maleza que separa la escuela del parque. El niño lo sigue de cerca, agradecido por el corpulento cuerpo que aleja las hierbas altas y misteriosas que siempre le dan picazón. Observa al dragón mientras avanzan, cada vez más cerca del parque. Se ve tenso, si las plumas desordenadas en sus alas tienen algo que ofrecer.

–Rin.

Escucha el llamado y se endereza casi por instinto como si estuviera a punto de enfrentar a esas maestras que le lanzan miradas recelosas cuando creen que él no está mirando.

–¿Si?

Una respiración, sabe que Aiken está ordenando sus pensamientos. Aún no sabe lo bien que conoce al dragón hasta que predice el movimiento de latigazo que hará con la cola a causa de los nervios y él reacciona automáticamente dando un paso a la derecha para evitar la cachetada de plumas en la boca, sonríe pensando en que quizá esa será la única pista que revele la inseguridad de su mentor para formular una pregunta compleja a un niño.

–¿Porqué permites sus abusos, mi señor?

Pregunta casualmente mientras sigue caminando, su cola emplumada meciéndose con sus movimientos felinos y Rin sabe que está en problemas. El niño observa desde atrás a la bestia andar sin mirarlo ni titubear su caminata o sus palabras que se escuchan seguras, una afirmación que no necesita su validez.

Ella sabe. Probablemente lo supo desde el principio y espero a que él se acercara pacientemente a pedir ayuda.

No está muy seguro de qué sentir sobre esto.

Trata de disimular siguiéndolo tan relajado como puede fingir, recuerda la revelación del mayor esa noche en el bosque e instintivamente aparta la mirada como si estuviera siendo regañado a pesar de la obvia carencia de ira o decepción en la voz de Aiken.

–Tú... dijiste que yo no era humano.

–No completamente humano, pero la mitad. ¿Sucede algo con eso?– La escucha responder de inmediato, convicción pura sin maldad que escoce en su pecho. El niño balbucea un poco, ¿no es esa razón suficiente? Ciertamente los niños están siendo malos con él desde el accidente del almuerzo y Aiken mencionó que su fuerza sobrenaturales e instintos explosivos son causados por la mitad de sus genes no humanos.

Linaje AzulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora