Salud, felicidad y paz.

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OCHO.

Salud, felicidad y paz.

Aún los tres días en la cabaña.

Era la hora de la cena y Mon insistió en que yo me bañara, me arreglará y pusiera una película en lo que él preparaba algo de cenar, después de cien veces que me negué, decidí aceptar e hice lo que pidió, ya me había arreglado con un bonito vestido negro sencillo de mangas largas que estaba un dedo arriba de la rodilla, cometí el error de solo traer tenis y mis chanclas de baño así que me puse el vestido con los tenis... no se veía mal pero en definitiva no era mi estilo.

Era seguro que Alexa no pararía de chulearme con mi atuendo, ya que Alexa usaba tus tenis para todos, incluso una vez la regañé por horas por haber llevado tenis a una fiesta de piscina, fue divertido pero vergonzoso.

Estaba nerviosa, honestamente estaba muy nerviosa porque se sentía como una cita formal, ¿lo era? No lo sé pero se sentía como de película, un chico apuesto, preparando la cena en una noche fría, yo en vestido... Era especial.

Cuando me acerqué a la cocina vi a Mon escuchando música en su teléfono moviendo hacia los lados la cabeza con unos gestos muy divertidos en su rostro mientras cocinaba.

Aclaré mi garganta, se sobresaltó y cuando me vio dejó caer el cuchillo que tenía en la mano al suelo.

— ¡Ay mierda! — gritó y dio un salto.

— ¡Mon! — me alarmé y empezó a reírse a carcajadas.

Recogió el cuchillo y lo dejó encima de su tabla, después de verificar que no tenía heridas suspiré.

— ¡Perdón! — Gritó exaltado y levantó las manos— perdón ya, perdón es que tú...— me miró y su sonrisa no se borraba de tu cara. —Te ves hermosa— susurró y se acercó a mí lentamente.

—Gracias, buscaré una película— traté de huir con mis mejillas carmesí pero me detuvo tomando mi mano.

—No no no, tú no iras a ningún lado— me giró y quedé pegada en su pecho pero me dio un empujón suave y mi mano la estiro en el aire y me hizo dar una vuelta.

Mi rostro ardía.

—Mon la comida se quema— dije avergonzada.

—Te aseguro que no— dijo y continuo dándome vueltas, ya me sentía mareada.

Habíamos terminado de cenar y estábamos sentados en la sala viendo una película, yo sentada entre sus piernas y el abrazaba mi espalda con seguridad, sentí que se removió y apago el televisor.

— ¡Oye! — exclamé separándome de él.

—Calla— dijo y eso hice, me callé.

—Tengo algo para ti— sacó algo del bolsillo de su pantalón que en cuanto lo vi brillar, una ruedita de plata que fue destendiendo poco a poco, era una cadenita de plata.

Podía sentir mis ojos brillando al compás de la cadenita, lo tomé muy delicadamente y con mi dedo seguí la forma del dije, era un corazón plateado con tres corazones más pequeños como piedras de diferentes colores; uno amarillo, uno blanco y uno rojo.

—El rojo significa salud—dijo mientras alzaba sus brazos sobre mis hombros para ponerme la cadenita en mi cuello y seguí viéndola embobada. —Amarillo significa felicidad— una vez me puso la cadenita toco con la yema de sus dedos mi cuello delicadamente y voltee mi cara para mirarlo y él me observaba con ternura, jalo de mi cuerpo hacía él y volvimos a quedar en mi misma posición el abrazaba mi cintura con un brazo y con el otro acariciaba suavemente mi cabello bajando lentamente hacía mi cuello.

— ¿Y el blanco? — pregunté tomando la mano que rodeaba mi cintura. Entrelazamos nuestros dedos y se sentía malditamente bien.

—Es lo que representas— susurró acercando su nariz a mi cuello y reí. Me causaba cosquillas.

— ¿Yo? ¿Qué represento? — dejé de reír y el beso tiernamente mi cuello.

—Paz.

— ¿Paz? — me incorporé y giré mi cuerpo en su dirección, tenía sus ojos cristalizados y acaricio mi mejilla con sus nudillos y dijo las palabras que jamás voy a olvidar.

Tú me das paz.

...

Mon no me beso esa noche, intentó pero por una y mil razones no se dio.

La primera vez que lo intentó yo me alejé de él como si tuviera alguna enfermedad contagiosa y huí al baño por media hora hasta tranquilizarme, después él lo hizo pero fallo al darme un beso de media luna y reímos como idiotas, después lo hizo tan apresuradamente que terminó besando mi nariz, también reímos como idiotas.

Y no me decepcioné, no sentí rechazo ni sentí que había algo mal conmigo, solo sentí especial.

Al día siguiente en la comida, después de estar casi toda la mañana en el jacuzzi y salir con los dedos como pasitas y los labios azules del frío que hacía, le pregunté a Mon:

— ¿Por qué me diste esa cadenita Mon?

—Es todo lo que te deseo y todo lo que causas en mí.

— ¿Salud, felicidad y paz? — pregunté confundida.

—Cuando estás conmigo me siento bien, eres mi salud. — guiño un ojo y sonreí.

—Me haces sentir feliz— confesó y mi corazón se volvió loco.

—Y te doy paz— dije y el asintió con la cabeza.

— ¿Confías en mí? — preguntó de repente y mi mente quedó en blanco.

¿Confiaba yo en él?

—Olvídalo— dijo nuevamente y arrugó su frente con una expresión de molestia.

—Creo que si— dije también con esa misma expresión.

—No lo hagas— se acercó a mí y tomo mi cara entre sus manos haciendo que alzará mi mirada y viera sus ojos.

— ¿Creer?

Tomó con más fuerza mi cara sin hacerme daño y jadee de sorpresa.

—Prométemelo— exigió.

—Te lo prometo.

Y me besó... fue un beso largo sin oportunidad de corresponderlo porque tenía sus labios presionando los míos con fuerza, no hubo movimiento, solo beso sin detenerse y se fue rápidamente a la piscina dejándome con la boca abierta sin saber que ocurría realmente.

¿Quería que yo le prometiera que no iba a creer o que... no confiaría en él?

Porque de ser la segunda, habría roto mi promesa.

No me busques, no me encontrarás.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora