¡No lo sé!

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CINCO.

¡No lo sé!

01 de Octubre, 2015.

Ya había pasado casi un mes desde que conocí a Mon, durante estas últimas semanas había llegado a traerme a mis citas, porque me decía que de la nada pensaba en mí y tenía ganas de verme y era el único lugar y hora en el que sabía que me encontraría. El jueves pasado me llevo hasta mi casa.

Es un poco difícil poder platicarles sobre todo lo que hablamos, porque hablamos de muchas cosas, algunas sin completo sentido, pero algo que me gusta de él es que jamás hay momentos silenciosos incómodos cuando estamos juntos. Y me encantaba su carro.

Había hecho una estrategia muy buena, porque el apoyo del doctor David era increíble, psiquiatra gratis mmmm. Pero el medicamento que me receto no era muy costoso, pero yo no tenía de sobra para poder comprarlo recurridamente, a mi papá le parecía que con quinientos pesos a la quincena sobreviviría, y aunque quizás y no le pareciera, era lo único que estaba dispuesto a darme. Y era triste, decepcionante y a veces le reprochaba, llorábamos, me prometía que sería más pero nunca vi un peso más, eso sí, algunas quincenas desaparecían (no siempre). Y tenía que recurrir a Katia, pedirle prestado dinero y cuando mi prima me pedía cuidar a sus hijitas y me pagaba trecientos pesos por todo el día, lo primero que hacía era devolverle el dinero a Katia.

Mon estaba empeñado en invitarme a salir todo el tiempo y siempre lo reprendía, el que gastara dinero por mí me hacía sentir mal, y pobre. Pero me ponía contenta cuando íbamos al Bicentenario a caminar, fumar y hablar sobre cualquier cosa, era muy agradable.

Las pastillas funcionaban, sí que funcionaban, llevaba un buen rato sin sentir ganas de llorar de la nada y rasguñarme los brazos para que esas ganas se fuera. Por eso nunca lloraba, porque me obligaba a mí misma a no hacerlo, y dolía.

En cualquier momento, a cualquier hora, incluso viendo una película o escuchando una canción, así fuera la canción más alegre de todas, mis ojos se humecian, todo lo relacionaba con cosas tristes y mi mente trabajaba del lado oscuro haciéndome escenarios que podrían ocurrirme o recordándome lo que había vivido, era triste. Pero las pastillas habían borrado al menos un 50% de todos esos escenarios.

En el transcurso de todos estos días, Gaby había desaparecido, no literal, si no de mí. Ahora tenía un nuevo trabajo nocturno, como quedaba lejos de nuestra casa pues prefería quedarse a dormir en casa de su mejor amiga que quedaba cerca de su trabajo, entonces no la veía, solo cuando llegaba a lavar su ropa, recoger algunas cosas y volvía a irse. No noto que yo me veía mejor, nunca lo haría.

No le había contado a nadie sobre Mon, ¿la razón? Él era más grande que yo y seguramente mis amigos me regañarían o algo por el estilo, aunque también no había una razón para contarles, solo éramos amigos.

Amigos que durmieron de cucharita.

¡Cierto! Al día siguiente nos levantamos de un salto, era muy tarde y yo tenía escuela, Mon trató de llegar lo más rápido posible dejándome en la esquina de mi casa, corrí a ponerme el uniforme e ir por mi mochila, corrí a la escuela pero no me dejaron entrar, así que regresé a casa y dormí todo el día con una estúpida sonrisa en mi boca y con el olor a Mon.

Pero...

No me sentía feliz, no. Estaba contenta cuando estaba con él, cuando pasaba tiempo con mis amigas también me sentía contenta, los domingos con papaíto me ponían más contenta que cualquier otra cosa. Pero estar contenta no es lo mismo que ser feliz, el ser feliz debe ser un sentimiento constante, en el que a todas horas, todos los días estas feliz. Y el estar contento es por la situación agradable que estás pasando, pero después de eso, se esfuma.

No me busques, no me encontrarás.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora