Capitulo 1

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Silencio. Ni un mismísimo ruido se escuchaba en este lugar. Uno el cual estoy seguro que mucha gente detesta. Un lugar el cual se encuentra la persona que más le importaba en este mundo, April Smith, mi madre. La persona que no me abandono en ningún momento de mi vida.

Mi nombre es Aiden Scott. Tengo 21 años, y viví en un pueblo muy pequeño de Argentina que sinceramente hasta el día de hoy no tengo ni idea de cómo se llama. Un bruto, lo sé, pero me justifico con el hecho de que era un nombre largo y complicado.

Cuando tenía diez años, George, un señor el cual no merece ser llamado padre, y mi hermano mayor Dylan, me dieron una especie de polvo blanco. Era fino, casi como harina, pero tenía un olor extraño, metálico. La primera vez que lo probé, sentí un calor subir por mi pecho, y de repente, mis pies ya no estaban en el suelo. Era como si pudiera volar, como si el mundo entero se desvaneciera a mi alrededor. Lo sé, es imposible el simple hecho de decir que volaba, pero era lo que yo sentía en esos momentos.

Todavia recuerdo como George solia sonreirme burlon, y como Dylan se reía como si todo fuera un chiste. 'Vas a sentirte bien, hermanito', me decia.

En mi cabeza, parecía un juego. Pero una parte de mí sabía que los juegos no dejaban a tu corazón latiendo tan rápido que doliera, ni hacían que tus manos temblaran como las mías.

16/06/2009

Cuando mamá llegó esa tarde del trabajo, vi de reojo como dejaba su campera de cuero, y su paraguas rosado con puntos blancos que siempre usaba. Estaba empapada por la llovizna, y sus tacones resonaban con fuerza en el piso de madera al entrar. Me quedé quieto, con las piernas recogidas en el sofá y un vaso de agua en mis manos, que recien me percato de su existencia.

—¿Aiden? ¿Dylan? ¿George? —escuché su voz desde la puerta, que aunque estaba a un metro, se oía lejana.

Nadie respondió. Trague saliva mientras sus pasos se acercaban al salón. Cuando finalmente apareció, sus ojos recorrieron la escena. Primero me vio a mí, encogido en el sillon. Luego a Dylan, sentado en la mesa con la cabeza baja. Por último, a George, junto a la ventana, fumando como si nada.

—¿Qué pasó? ¿Por qué estás así, mi amor? —me preguntó mamá mientras dejaba caer su bolso al suelo y se arrodillaba en frente mio, tomando mi rostro con sus delicadas manos.

No podia hablar, aunque lo intentara, mis palabras se atoraban en mi garganta. Todo lo que pude hacer fue apartar la mirada.

—No fue gran cosa, mamá. Solo... le dimos algo para probar —susurró Dylan, rompiendo el silencio.

La expresión de mamá cambió de inmediato. Nunca había visto tanto dolor en sus ojos.

- ¿Qué...?

Giró lentamente hacia George, quien la miraba como si no entendiera el problema.

- ¡¿Qué le diste?! - gritó ella,a la vez senti como mi pecho se encogia al escucharla.

George se encogió de hombros con indiferencia.
- Nada que no pueda manejar. Solo un poco de polvo, para que se divirtiera. No es para tanto, April - suspiro exhausto.

En ese momento, quise desaparecer. Ver a mamá quedarse quieta, con la boca entreabierta, como si no pudiera procesar lo que acababa de escuchar, me hizo sentir peor que nunca. La furia en sus ojos regresó de golpe.

- ¿Pero que...? ¡Es un niño, George! ¡Es tu hijo! ¿En qué demonios estabas pensando? - sus ojos se abrian mucho mas, inspeccionando mi rostro de un lado para el otro. 

George ni siquiera pestañeó. Solo encendió otro cigarro y la miró con burla.

- Relájate. No es para tanto.

Más allá de mi ataúdDonde viven las historias. Descúbrelo ahora