𝐋𝐚𝐬 𝐂𝐫𝐨𝐧𝐢𝐜𝐚𝐬 𝐝𝐞 𝐍𝐚𝐫𝐧𝐢𝐚
||𝐟𝐚𝐧𝐟𝐢𝐜||
「 Audrey Sawyer es tan solo una chica, normal y corriente. O al menos eso pensaba ella.
Lo que para ella iban a ser unas simples vacaci...
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AL DÍA SIGUIENTE todos habíamos decidido que era momento de comenzar a entrenar para poder luchar cuando el momento lo requiriese. Necesitábamos reunir fuerzas y estar lo más preparados posibles para patear unos cuantos culos. No teníamos tiempo que perder, y los Telmarinos podían ser muy feroces.
Edmund decidió que practicaríamos espada juntos, pues yo necesitaba ponerme al día al sentirme tan insegura respecto a mis habilidades. Agradecí que se ofreciese para ayudarme, aunque conforme íbamos avanzando en la "clase" fui entendiendo que él también quería indagar en lo que yo sentía para poder hablar.
—Pie izquierdo atrás, el derecho delante —Me decía y yo obedecía—. La mano de la espada hacia delante también, recta y apuntándome directamente.
Esto todo lo había aprendido ya con anterioridad, pero le había pedido que me ayudase desde el punto cero para poder recobrar algunas tácticas. En los últimos años en Narnia yo no luchaba con armas, solo con mis poderes. Ahora ni mis poderes tenía, así que debía reforzar mi mano con la espada.
—Bien, lánzame una estocada.
Hice lo que me dijo y la lancé lo mejor que podía, recordando un poco lo que yo había llegado a hacer años atrás. Edmund paró mi goleo con su espada –era muy buen espadachín– y después giró mi espada con un movimiento ágil consiguiendo desestabilizarme y por poco tirar mi espada al suelo.
—¿Esto es lo único que sabes hacer? —me decía con tono burlón—. Vamos, Drey. No te recordaba tan débil.
Dios santo, sabía perfectamente lo que trataba de hacer. Quería enfadarme para motivarme a hacerlo mejor, quería que yo cayese en el trapo. ¿Lo peor? Que yo lo estaba haciendo. Me estaba enfadando con sus palabras y de verdad me estaban haciendo sentir ofendida y que debía machacarlo.
Edmund volvió a intentar lanzarme golpes con su espada y yo intentaba pararlos a duras penas. Edmund era muy bueno y mi fuerte no era el combate con armas. Quizás hubo un tiempo en el que llegué a ser muy buena con ellas, pero no estaba siendo ese momento, definitivamente.
—¡Venga ya! —se quejaba Edmund— ¡No me puedo creer que seas tan torpe!
Entonces solté un grito de frustración y me lancé contra Edmund reuniendo todas mis fuerzas posibles. Con mi cerebro pensando que debía derrotarlo sí o sí, comencé a lanzar estocadas a diestro y siniestro, y pude ver un atisbo de sorpresa en los ojos de Edmund.
