Moonshadow ━━ Peter Pevensie

𝐃𝐎𝐒

2. CONOCIENDO A LOS PEVENSIE

━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━

RESULTÓ QUE los hermanos Pevensie eran bastante diferentes unos de otros. Me sorprendió la relación tan estrecha pero complicada que tenían a la vez.

Susan Pevensie era una chica preciosa que admiraba la inteligencia, valoraba la lógica y era calculadora. Pero era dulce y tenía una increíble sonrisa que no dudaba en regalar a los demás. Estaba claro que a falta de sus padres se había convertido en la "madre" del grupo, pues siempre trataba de poner paz entre los hermanos.

Peter Pevensie había adquirido el rol como líder de los cuatro, y eso enfurecía a Edmund, se notaba. Peter era alegre y le gustaba mandar; también le gustaba regañar a Edmund y mimar a Lucy. No permitía que nadie se metiese con ella.

Edmund era un chico callado, malhumorado, frío y respondón. A mi no me cayó muy bien, pues lo único que hacía cuando me veía era poner los ojos en blanco y murmurar cosas para sí mismo. Me daba la impresión de que todo le molestaba y que daba igual si hubiese estado en casa de Kirke o en la casa de la reina, tendría cara de oler caca todo el tiempo. Además, su pasatiempo favorito era meterse con la pequeña de los hermanos, pues era el blanco fácil.

Finalmente, Lucy. Lucy Pevensie era un rayo de Sol. Era la típica persona que alumbraba una sala a oscuras con solo su presencia. Siempre sonreía y quería agradar a los demás. Era totalmente adorable y supe desde el principio que me llevaría bien con ella. Amaba a sus hermanos y yo pensaba que ella no tenía ni una pizca de maldad en su cuerpo.

La primera noche de ellos en la casa del profesor Kirke me quedé en la habitación hablando con Lucy y con Susan. Lucy estaba algo decaída porque recordaba a sus padres. Yo les había ayudado a desempacar sus maletas mientras les contaba todo lo que necesitaban saber sobre aquella casa. Ellas se sorprendieron ante algunas noticias que yo les contaba, o incluso cotilleos.

—¿Echas de menos a tus padres, Audrey? —Me preguntó Lucy en un susurro.

—Claro que sí —Respondí yo, poniendo una mueca, pero después le dediqué mi mejor sonrisa—. Pero sé que los veré pronto. Es duro, pero la vida es así. Hay que dejar pasar los malos momentos, porque siempre los habrán, para poder vivir los buenos.

Susan sonrió al escuchar eso justo cuando alguien llamaba a la puerta de la habitación. Nosotras miramos hacia esa dirección para ver cómo Peter abría la puerta de la habitación y entraba solo.

No iba a mentir. Peter me llamó la atención desde el primer momento en que lo vi. Era alto, rubio, atento y cariñoso con sus hermanas. Despertó algo en mi que no sentía desde que me fijaba en un chico de mi clase con doce años. Me puse nerviosa cuando lo vi entrar, a pesar de no conocerlo mucho.