¿Matrimonio? En la ruina, ¿Familia? En su contra ¿Pasado? Reviviendo.
Sabía que era malo dejarse llevar, pero aún así lo hizo.
¿Era tonto, verdad?
Se había dicho que no a sí misma tantas veces, sintiéndose débil al caer con un solo beso.
Y como sino...
Había viajado hace ya un par de horas en un jet privado con Ino y todas las damas de honor. Para luego llegar al enorme castillo Casa Lomas en Toronto, Canadá.
Era la cosa más hermosa que había visto en su vida. Era un lugar enorme y no podía imaginarse el costo de una boda como esa.
Ella ya estaba lista, usaba un vestido de color rojo vino cruzado con una abertura en la pierna derecha. Su cabello estaba igual de corto y no tenía casi ninguna modificación, el único cambio fueron las ondas que eran muy notables a simple vista. Y por último, unos tacones aguja blancos con suela dorada.
Le era difícil pasar desapercibida y le incomodaba sentir en ella la mirada de viejos ricachones. Estos abundaban el todo el castillo, ya que era un evento muy distinguido y considerando el estatus de los padres de los novios, era algo natural.
Se lavó las manos y se miró en el espejo del baño.
Había pasado toda la mañana distraída completamente, pero aún así esa opresión en el pecho no disminuía, su rostro le dolía de tanto sonreír y no podía evitar mirar de mala manera a Ino cada vez que tenía oportunidad. A veces se ponía a pensar como hubiera resultado todo sin la existencia de la rubia de por medio y con tan solo imaginarlo algo en su pecho saltaba como si se saliera de él.
No era la dueña de la forma en la que se sentía, se había dicho que los juegos malvados iban a terminar a penas se diera la boda, pero estaba jodida.
Tan jodida.
Tal vez, una vez que el día terminara desaparecería de la faz de la tierra y mandaría todo a la mierda. Por más que lo deseaba, no podía. No solo estaba encadenada sentimentalmente con Sasuke, tenía el hecho de que en tan solo unos cuentos días empezaría a trabajar como su secretaria.
Y seguiría volviendo a él.
Se secó las manos saliendo de los servicios higiénicos. Dio unos cuantos pasos directo al pasillo cruzándose con un hombre alto, de cabellos rubios, ojos azules y bigotes gatunos.
Lamentó haberlo hecho.
Le había dicho las cosas tan rápido que no tuvo tiempo de reaccionar.
-¿Eres una de las damas de honor?- Ella asintió un poco aturdida- Bueno, entonces debes conocer al novio- Le extendió una rosa roja muy diminuta. Lo miró y notó que el rubio parecía desesperado- Estoy..Algo apurado ahora mismo. Solo dáselo a Sasuke y pónselo en el bolsillo delantero de su saco- Se lo entregó alejándose unos cuantos pasos.
"Carajo, niégate. Di algo"
-¿Eh, Espera no...?- Él ya se había ido corriendo directo al baño para hombres, casi a tropezones.
Abrió su puño y dejó a la vista la rosa en su palma, aguantó las ganas de tirarla y pisarla con todas sus fuerzas.
Miró para sus costados, no había nadie cerca de ella. Convenientemente el pánico la invadió y deseó no encontrarse en una situación como esa. Deseaba retroceder el tiempo.
"Oh, querida Sakura. Todo el mundo desea poder hacerlo"
Aguantó su expresión oprimida. Solo esperaba que los verdaderos dueños de este castillo no se le aparecieran. Caminó y cruzó por más pasillos donde encontró mil puertas elegantes más.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
