Capítulo 34: Decisión

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— ¿Creen que esta vez lo consiga?— Austin dejo de observar el jardín y poso su atención entre Carlos y Alai a la espera de una respuesta.

—Lo ha intentado tantas veces que ya perdí la cuenta— Contesto Carlos encogiéndose de hombros.

En cambio Alai, él continuó en silencio mirando fijamente el gran árbol  del jardín trasero, más específico a la chica que inútilmente trataba de entablar una conversación con Kiefer, quien desde hace ya tres horas se mantiene firme sobre las ramas del árbol negándose a bajar o hablar con cualquiera.

Fue hasta que su novia regreso nuevamente encorvada, refunfuñando maldiciones y pateando el suelo que obtuvo su ansiada respuesta.

— ¡Ese mocoso volvió a ignorarme!— Exclamo, empuñando con fuerza sus manos.

Dejo salir un sonoro bufido e intentando relajar su cuerpo cargado de tensión regreso al comedor junto con Austin y Carlos. Se miraron entre ellos y posteriormente Yoloth recostó su cabeza en la mesa, inhalo y exhalo unas cuantas veces tratando de controlar sus emociones, algo que no consiguió. No cuando estaba muy preocupada por la actitud de Kiefer.

Cuando Zagan estuvo a punto de matarlo sintió su corazón detenerse y sin poder evitarlo se encontraba llorando y gritando el nombre de Kiefer; llego a pensar que pese a ser su padre Zagan igual lo mataría, después de todo el libro de las profecías lo describe como un déspota sin corazón y sin sentimientos, un rayo de esperanza llego a su cuerpo cuando se detuvo y posteriormente se marchó. Inclusive llego a dar saltos de alegría pensando que lo había perdonado, al menos eso quiso creer hasta que Kiefer prefirió subir al árbol del jardín trasero en vez de darles una explicación.

Eso le hizo entender que las cosas estaban peor de lo que imaginaba.

—Tal vez lo perdonó. Es su hijo después de todo— Comento Carlos pensando como un padre y no como hombre.  

—Carlos tiene razón— Apoyo Austin queriendo mostrar el buen estado de ánimo que ya no tenía. —Un padre jamás lastimaría a su hijo… ¿verdad?

La realidad es que ni siquiera Austin creía lo que decía. En este mundo perverso hijos matan a sus padres y padres dañan a sus hijos, Zagan, por muy especial que sea seguía siendo un humano, alguien con más defectos que virtudes y el perdón no parecía ser su fortaleza, ni siquiera era un buen padre. Su hijo Kiefer puede reafirmar sus pensamientos.

—No lo perdonó…— Murmuro Alai obteniendo de golpe las miradas confusas de todos, aunque la suya seguía puesta en el exterior, más específico en el chico sobre el árbol.

Yoloth enderezo su postura y rápidamente pregunto:

— ¿Por qué dices eso?— Yoloth evaluó detenidamente al líder de Albanorth recordando rápidamente que sus sentidos están mejor desarrollados que los suyos — ¿Sabes algo que nosotros no?

Alai asintió y girándose un poco hacia ellos dijo con voz tranquila:

—Para que él viva es necesario que yo muera…

Alai no necesitaba estar presente para saber lo que provocarían sus palabras, por lo que prefirió ahorrarse todo aquello. Llevaba mucho tiempo queriendo cruzar esa puerta que lo separaba de Kiefer pero cuando intentaba moverse sus piernas no respondían, al menos hasta ahora, pues sin poder evitarlo sus pies se estaban moviendo por cuenta propia, llevándolo hacia ese frondoso árbol que fue testigo de grandes dispuestas entre ambos.

Ladeo la cabeza hacia atrás intentando encontrar a Kiefer, algo difícil al principio considerando que las largas ramas del árbol y la oscuridad de esa fría noche no se lo permitían. Fue después de mucho buscar que el susodicho apareció en su rango de visión, aunque lo noto perdido en sus pensamientos.

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