Capítulo 18 - Un Eclipse en Lundemere

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Alguien corrió saltando a los guardias y hubo un fuerte estruendo, Gladiola impactó a centímetros de la cabeza de Elin, detenida por otra pieza de metal, una espada que brillaba como si tuviera estrellas dentro

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Alguien corrió saltando a los guardias y hubo un fuerte estruendo, Gladiola impactó a centímetros de la cabeza de Elin, detenida por otra pieza de metal, una espada que brillaba como si tuviera estrellas dentro. Y en un movimiento, el rostro de Azure apenas pudo esquivar la punta.

—¡Basta! —demandó Lady Melvane. No hubo timidez, nada de sonrisas nerviosas, se veía sumamente seria y segura. Se arrodilló junto a Lucien y lo revisó rápido.

—Me... duele mucho... creo que moriré —susurró Lucien.

—Estará bien, Principe —le dijo Lady Melvane  exhalando con cierto alivio y sujetándole la mano con una sonrisa. Se levantó entonces y se dirigió al rey Azure—. Usted peleará contra mí.

Él bufó con una sonrisa y se puso en posición.

—¿Y quién es usted?

—Lady Melvane de Arethies y Ghelken

—¿Arethies? ¿Ghelken? Cariño, no —dijo Azure en casi una risotada relajando su pose—. No puedo cruzar espadas contra alguien de Arethies. Cualquier niño de Ydrienad puede vencer a los mejores espadachines de Arethies. Esto no le concierne.

—Me concierne —dijo ella y sin discutir más se lanzó hacia él.

Elin reunió sus fuerzas. Podía detener el sangrado, solo tenía que concentrarse, aunque era difícil con el dolor punzante de la herida.

Se arrastró hacia Naga y echó un vistazo a los soldados, se habían despegado del suelo pero seguían pegados entre ellos y sus armaduras, incapaces de reducir el círculo.

El dragón seguía retorciéndose por el dolor de la curación, sin embargo, al verla en esa terrible condición estiró el brazo temblando y con la mano ensangrentada tocó su rostro.
Ella la besó y se relamió los labios. Jadeó acostada en el piso evitando tocar la daga clavada en su cintura, al tiempo que sentía como sus heridas sanaban.

Volvió su mirada a la barrera humana para pegarla de nuevo al suelo, le drenaba la energía a un paso rápido pero era necesario. Aún con la sangre curativa de Naga, si quería vivir, no podía usar otro hechizo hasta pensar en qué hacer con ellos. No podría volver a usar la ayuda de la sangre o la mataría.

Tras sentir que su mente se despejaba, su atención fue a Azure y Lady Melvane. Elin se dio cuenta entonces que no estaba al nivel de ninguno de los dos con la espada. Ambos eran muy rápidos y sus armas parecían extensiones de su cuerpo. Lucía como una danza peligrosa donde se esquivaban habilidosos. El estruendo de las espadas era tan fuerte que hacía que le dolieran los oídos.
Ninguno se veía cansado, ninguno parecía tener ventaja sobre el otro, ambos golpeaban con la misma fuerza y esquivaban con la misma agilidad. Ahí justo en la plaza del castillo del pequeño e irrelevante Lundemere, peleaban los dos mejores espadachines que el mundo hubiera visto jamás (aunque pocos hubieran podido seguirlos con la vista), pero entonces dos pequeños eventos cambiaron la pelea.

El Corazón de una Mala PrincesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora