Capítulo 8 - La Luna de Mar

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—¿Y qué harás cuando seas reina, Princesa Elin? —preguntó Naga días después mientras chapoteaban en un pequeño río—

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—¿Y qué harás cuando seas reina, Princesa Elin? —preguntó Naga días después mientras chapoteaban en un pequeño río—. ¿Me liberarás?

Elin dejó de flotar ante la mención.

—¿A todo esto, por qué quieres ser reina? —preguntó el dragón de nuevo antes de que ella pudiera contestar. Naga intentaba "pescar". Había visto como Elin lo hacía y estaba seguro que podría cazar algo mucho más grande para la cena que los pequeños pescados que la princesa obtenía. Notaba un ligero brillo plateado rodeándolo, un pez bastante grande, solo necesitaba atraerlo.

—Eh...—Elin comenzó, ¿sonaría mal o desesperado "para ser querida"? Se detuvo a pensar un poco más, debía haber una mejor razón para explicarlo. Era su deber, su derecho de nacimiento, su familia lo hizo por generaciones...

¿Eran esas buenas razones?

¡Ugh... todo sonaba tan vacío! No es como que en su vida hubiera considerado otra opción o pensado en un por qué, siendo hija única de la corona. Estudió por años todos los libros relacionados con el tema... pero eso tampoco era una contestación válida.

—¿Deseas tener hijos y descendencia? —siguió preguntando Naga. En su brazo vio prendida una sanguijuela regordeta. Sonrió, Elin siempre usaba gusanos muy pequeños como carnada, seguro aquello sería buen señuelo para un pez enorme. La arrancó de su piel y la zarandeó fuerte bajo el agua.

Elin por su parte, recordó su experiencia con bebés y niños pequeños, siempre llorando alrededor de ella, una consecuencia de la necromancia. Aquellos con poco tiempo de vida o poco tiempo de estar vivos eran especialmente sensibles a la energía de la muerte que la rodeaba.

Suspiró cansada.
Todas esas preguntas la tomaron por sorpresa, ¿Qué más podía decir fuera de que eran obligaciones y que nadie se las cuestionaba, solo las hacían? ¿Por qué quería su opinión? Naga seguía preguntando y hablando pero lo había ignorado de forma involuntaria.
Se sintió culpable. Ahí frente a ella, otro ser finalmente le dirigía la palabra. El tan solo entablar conversaciones con un mítico dragón era un privilegio, podría incluso escribir un libro y transcribir todo, seguro sería interesante para los estudiosos.

—Creo que ya sé porqué tienes tanto miedo de la desnudez.

—¿QUÉ?

—Crees que el cuerpo tiene algún valor extra si no ha sido visto —Naga sonrió, al fin pudo ver mejor el resplandor plateado. Confirmado, ¡era un pez enorme! Elin se sorprendería mucho.

El Corazón de una Mala PrincesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora