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Allí estabas, en aquel callejón bajo la luna reflejada en las ventanas de los edificios. Me temblaban las piernas y el corazón amenazó con salirse del pecho, tu arrogancia dejó paso a esa persona que extrañé tanto, pero no podía, no podía mirarte a los ojos, no después de todo.
Cada paso que daba se me hacía eterno, ninguno tenía intención de pararse y por un aparte me sentí triste.
La última zancada, te tenía cerca y podía notar tu pequeña incertidumbre. Rocé tu brazo en un acto involuntario y tú soltaste aquellas palabras, esas que aún siguen revoloteando en mi cabeza, esas que pronunciaste con un hilo de voz tembloroso, esas que susurrarte en mi oído.
- Te sigo queriendo.
Pero no te creí.
-M.

EllaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora