Capítulo Seis

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Capítulo Seis

Anahí había pasado los dos últimos días haciendo compras y disfrutando del complejo turístico y, mientras lo hacía, había mantenido los ojos y los oídos bien abiertos. Alfonso volvía ese mismo día y ella se sentía nerviosa.

Se sumergió en el agua del jacuzzi e intentó relajarse. Cerró los ojos y dejó que las burbujas la llevasen á otro lugar.

Al moverse y recibir un chorro de agua entre las piernas, dejó escapar un gemido. Sonrió, aunque sabía que el único que conseguiría relajar la tensión que agarrotaba todos los músculos de su cuerpo era Alfonso.

Cerró los ojos e imaginó la cena que iban a compartir. Sabía cómo solían acabar las cenas juntos. Los recuerdos la hicieron estremecerse.

Un par de horas más tarde, después del baño y de dormir un poco, Anahí empezó a vestirse. Estaba de acuerdo con él en que necesitaban hacer el amor una vez más para poder poner fin a lo que un día había sido una bonita relación.

Le dolía pensar que iba a ser el final, pero así tenía que ser. Tenía que pasar página. Era joven y antes o después se olvidaría de Alfonso. Cuando volviese a Washington, le pediría a Malcolm que le diese un par de semanas libres.

Necesitaba algo de tiempo para poner su vida en orden. También necesitaba tomar ciertas decisiones acerca de su futuro. Si decidía dejar el trabajo de campo, tenía que saber qué otras opciones le podía ofrecer el departamento. Cuando había hablado de ello con Vance, éste le había sugerido que trabajase en la Casa Blanca. Parecía ser que allí solía haber puestos interesantes para mujeres, para velar por la seguridad de la Primera Dama.

Sonrió al pensar en su conversación con Vance. Había acabado cayéndole bien porque sabía que miraba por los intereses de Alfonso y que era leal con las personas que le importaban. Alfonso también era así. Por eso se había enfadado con ella con el caso de Boris Knowles.

Miró la ropa interior que había encima de la cama y que había comprado ese mismo día. A Alfonso siempre le había gustado el encaje negro.

Se perfumó y tomó el vestido que había escogido especialmente para impresionarlo. Quería que esa última vez fuese especial.

Alfonso se sintió bien de vuelta a casa. Aunque había llegado a su ático un poco más tarde de lo previsto.

Lo primero que le hubiese gustado hacer al llegar al casino era ver a Anahí, pero Vance le había dicho que la había visto marcharse del complejo. Parecía dirigirse a la ciudad, de compras. Así que Alfonso había subido a su ático decepcionado y había desecho la maleta pensando en que Anahí no olvidaría aquella noche durante mucho tiempo.

Un par de horas más tarde, se miró el reloj. Eran las siete menos diez. ¿Dónde estaba Anahí? Sabía que siempre llegaba unos minutos antes de lo previsto.

Contuvo la respiración al oír el timbre que le indicaba que alguien subía en su ascensor privado. Se había puesto unos pantalones negros y una camisa blanca y, para darle un toque más informal al conjunto, se había quedado descalzo. Quería parecer relajado.

Se acercó al ascensor para estar allí cuando se abriese la puerta. Nada más verla, se le hizo un nudo en el estómago. Llevaba un vestido negro de encaje que cortaba la respiración.

-Ya sé que llego antes de tiempo, ¿pero no vas a invitarme a entrar?

Maldita sea, se había quedado completamente en blanco. Dio un paso atrás para dejar que saliese del ascensor.

-Bienvenido a casa, Alfonso.

La había echado de menos. En tan sólo un par de días, había vuelto a ocupar su corazón. Alfonso abrió la boca pero no dijo nada: El vestido negro de encaje lo había dejado aturdido. Anahí sabía mejor que nadie lo mucho que le gustaba, sobre todo cuando era ella quien lo llevaba puesto. Se había excitado sólo de verla.

La apuesta más atrevidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora