Capítulo Dos

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Capítulo Dos

Desde donde estaba sentado, Alfonso podía observarlo todo, y vio cómo Anahí entraba en el Blue Lagoon Lounge. Normalmente, no se habría detenido a mirar a ninguna otra mujer atractiva. Pero en ese caso, no fue así. Anahí siempre había sido una mujer que había llamado la atención a los hombres y había despertado la envidia en las mujeres.

Alfonso respiró profundamente y frunció el ceño al comprobar que varios hombres la miraban con interés mientras atravesaba el bar con confianza, sofisticación y estilo. Pero lo que más lo molestaba era su propio interés. Y la manera en que iba vestida no le ponía las cosas fáciles. Estaba tan sexy...

Llevaba el pelo recogido en un moño, lo que permitía apreciar la gracia de su cuello y sus largas pestañas oscuras. Y se había pintado los labios de rojo.

Pero era el vestido negro en el que iba envuelta lo que sin duda había acaparado todas las miradas. Marcaba sus curvas y hacía evidentes sus largas piernas, ya que el corto vestido llevaba dos aberturas a los lados. Alfonso oyó cómo varios hombres se aclaraban la garganta mientras Anahí se sentaba en un taburete del bar y dejaba a la vista buena parte de sus muslos. Todavía no se había puesto cómoda cuando varios hombres se pusieron en pie dispuestos a acercarse a ella.

Alfonso dio un trago a su bebida. A no ser que Anahí hubiese cambiado mucho, los pobres tipos lo tenían difícil. Aunque probablemente le gustase que la miraran, como a todas las mujeres, no era de las que se dejaban engatusar. El había aprendido la lección el día que la había conocido y, desde entonces, no había vuelto a subestimarla como mujer.

Y después de haber llegado a conocerla mucho mejor, era el único hombre de los que la observaban esa noche que sabía las inseguridades con las que había vivido durante su juventud. Su padre y sus dos hermanos mayores habían formado lo que se conocía como la Banda de los Puente y se habían dedicado a robar bancos hasta que el FBI había puesto fin a seis meses de asaltos.

Cuando Anahí era adolescente, se había trasladado a Atlanta con su madre para empezar de cero. Había sido entonces, en el instituto, cuando Anahí había decidido devolver la dignidad a su apellido trabajando para las fuerzas del orden.

Alfonso se centró en lo que ocurría en el bar y rió cuando vio que Anahí iba recibiendo a varios hombres, uno tras otro, con una sonrisa antes de rechazarlos educadamente. Él levantó su copa y, antes de dar otro trago, murmuró:

-A tu salud.

Anahí pensó que debía de haber luna llena y que todos los hombres lobos del lugar habían salido a rondar y la habían confundido con su presa.

¿A qué mujer no le gustaba sentirse atractiva? Pero algunos hombres pensaban que la belleza iba de la mano de la estupidez. Un hombre hasta le había propuesto que se convirtiese en su segunda esposa, a pesar de asegurar que seguía felizmente casado con la primera.

-Veo que no has perdido tus habilidades.

Anahí miró al hombre que acababa de sentarse a su lado.

-Gracias, lo tomaré como un cumplido -dijo, dándole un trago a su bebida, ya que la garganta se le había quedado repentinamente seca.

Intentó no temblar y, con el fin de controlarse, estudió su propia imagen en la copa que tenía en la mano. Tenía que evitar centrar su atención en Alfonso.

-Pensé que no volvería a verte esta noche -comentó él.

Anahí lo miró. Se había quitado el traje que llevaba para trabajar y se había puesto otro, también hecho a medida y que le sentaba muy bien. Ambos representaban su estatus como hombre de negocios.

La apuesta más atrevidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora