Capítulo Ocho

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Capítulo Ocho

En vez de enfriarse su relación, Alfonso y ella cada vez se deseaban más, pensó Anahí casi una semana después, mientras paseaba por la orilla del lago por la tarde. Todas las mañanas se despertaban abrazados y ella estaba pasando más tiempo en el ático de Alfonso que en su propio alojamiento.

Habían hecho juntos casi de todo. Habían salido otra vez a navegar, habían vuelto a jugar al golf un par de veces, Alfonso la había enseñado a jugar al póquer y una noche habían cocinado juntos en la cocina del ático.

Paseaban y charlaban de muchas cosas: de lo que pensaban de la situación económica del país, de la guerra y de los huracanes, que cada vez eran más fuertes. De lo que no hablaban era de lo que ocurriría cuando ella se marchase del casino el domingo, tres días más tarde. Anahí sabía que las cosas no volverían a ser como antes. Por muy bien que estuviesen juntos en esos momentos, no habría una segunda oportunidad. Sabía que Alfonso no confiaría en ella como al principio.

Durante los dos últimos días, Alfonso había estado muy ocupado con los preparativos de la fiesta de Delaney. Le había pedido que fuese a la fiesta con él y le había dicho que le explicaría a su familia que no volvían a estar juntos, pero que habían decidido ser amigos.

Amigos y nada más.

A Anahí se le rompía el corazón, pero no podía hacer nada para cambiar las cosas. Había pasado lo que ella había imaginado que ocurriría. Intentando olvidarse de Alfonso, se había enamorado todavía más de él. Pero él no la amaba.

El sonido de su teléfono móvil la sacó de sus pensamientos.

-¿Dígame?

-¿Cómo van las cosas, Anahí?

La sorprendió oír la voz de Malcolm. Habían quedado en que ella lo llamaría sólo si tenía que informarlo de algo. Se marcharía del Rolling Cascade en un par de día y, hasta ese momento, lo único que sabía era que Alfonso estaba limpio.

-Todo va bien, Malcolm. ¿Para qué me llamas?

-Da la casualidad de que me he enterado de algo que podría interesarte.

-¿El qué?

-El príncipe jamal Ari Yasir va a dar una fiesta de cumpleaños a su esposa y va a regalarle un cofre con diamantes por valor de más de quince millones de dólares.

-Ya lo sabía.

-¿Cómo has conseguido esa información? Se supone que no lo sabe prácticamente nadie.

-Me lo ha contado Alfonso. Estoy segura de que sabes que la esposa del jeque es prima hermana suya.

-¿Y confía en ti como para contártelo?

Anahí pensó en lo que le estaba preguntando Malcolm. Sí, Alfonso confiaba en ella lo suficiente.

-No debió parecerle importante. Sabe que no voy a ir contándolo por ahí. ¿Qué tiene que ver eso con nosotros?

-Que nos han informado de que es posible que haya un robo en el Rolling Cascade este fin de semana. Y el objetivo son los diamantes.

-Alfonso tiene un equipo de seguridad excelente. Los he visto trabajar. Además, las joyas han llegado esta mañana y están en una cámara acorazada vigilada por vídeo veinticuatro horas al día.

-Ya, pero éstos son ladrones profesionales. Dicen que se trata de la Banda de Waterloo.

-¿Estás seguro? -preguntó Anahí, tragando saliva.

La banda estaba especializada en el robo de obras de arte y joyas. Era un grupo con mucha movilidad, que iba de ciudad en ciudad y de país en país. El FBI llevaba años tras su pista. En su anterior golpe, a principios de ese mismo año, habían saqueado una joyería de San Francisco y se habían llevado más de diez millones de dólares en joyas. Seis meses antes habían robado en un museo por valor de treinta millones.

La apuesta más atrevidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora