Capítulo Cuatro

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Capítulo Cuatro

-Tenemos razones para creer que uno de los clientes está fumando en su habitación -comentó Joanne Sutherlin, la gerente del complejo, a los empleados que había sentados alrededor de la mesa.

-Todavía no hemos podido encontrar ninguna prueba, pero la señora de la limpieza dice que huele a tabaco, aunque el cliente intenta disimular el olor con colonia. Si conseguimos probarlo, podremos echarlo del hotel -añadió.

Todos asintieron. Sabían que Alfonso era muy estricto con las normas y que estaba prohibido fumar en el Rolling Cascade.

Después hablaron de las actividades de ocio. Mariah Carey iría dos semanas en junio; Michael MacDonald, en septiembre; y Phil Collins, en diciembre. Smokey Robinson empezaría esa misma noche con sus actuaciones y ya se habían vendido todas las entradas para las dos semanas de conciertos que iba a dar.

Nolan, el gerente del casino comentó que la seguridad lo había alertado de que un par de prostitutas habían intentado vender su mercancía en el casino. Aunque en Nevada la prostitución era legal, sólo se permitía en burdeles con licencia. E Alfonso se había comprometido a mantener el Rolling Cascade limpio de prostitutas.

-Nos estamos ocupando de ello -le aseguró Nolan.

Alfonso asintió; eso era exactamente lo que quería oír. Se miró el reloj. Había pedido que le preparasen una cesta con el almuerzo y le había dejado un mensaje a Anahí diciéndole que pasaría a recogerla a medio día y que estaba deseando ir a navegar con ella.

Recordó su conversación de la noche anterior. Había salido de la habitación sin mirar atrás deliberadamente. Asumir que había herido el orgullo de Anahí era demasiado, no había hecho nada más que confrontarla. Era demasiado tarde para juegos. Sabía lo que ambos necesitaban igual que ella. Tenían que conseguir sacarse el uno al otro de sus cabezas, si no, siempre estarían unidos por esa especie de tira y afloja emocional.

Se le puso la carne de gallina al pensar en la tarde que había planeado, y sonrió. A pesar de que Anahí era una mujer dura, cuando la tuviese en su barco y la hiciese recordar todas esas cosas que ella quería olvidar, el día terminaría como los dos deseaban en realidad.

Una hora más tarde, cuando terminó la reunión, sintió que empezaba a acelerársele el pulso. Se dirigió rápidamente a su ático para cambiarse de ropa.

-¿Señor Herrera? -lo llamó Cassie, una joven que trabajaba en las oficinas del complejo.

-¿Sí?

-Le han dejado un mensaje esta mañana.

-Gracias -dijo, tomando el sobre que le traía. Lo abrió y sacó la nota que había dentro:

He cambiado de opinión con respecto a ir a navegar contigo. Anahí.

Alfonso frunció el ceño. Si Anahí creía que se iba a dar por vencido tan fácilmente, estaba equivocada.

-¿Quiere que haga algo, señor?

Levantó la mirada y se dio cuenta de que Cassie seguía allí. Lo miraba con deseo, e Alfonso sabía reconocer un comentario insinuante cuando lo oía. Recordó lo que sabía de ella. Tenía un título de gestión hotelera y acababa de salir de la universidad. Alfonso había decidido hacía mucho tiempo que no tendría relaciones con sus empleadas. Como trabajaba tanto, llevaba casi un año sin dormir con nadie. Y la mujer a la que más deseaba acababa de anular su cita.

Anahí observó la ropa que había colocado encima de la cama. Toda era adecuada para aquella tarde, pero no sabía qué ponerse.

Se habría puesto los pantalones capri si hubiese ido a navegar con Alfonso. Tenían más estilo que los pantalones cortos de algodón. Pero con los pantalones cortos estaría más cómoda para ir de compras. Se disponía a colgar la ropa en el armario cuando oyó que llamaban a la puerta. Se preguntó si sería la señora de la limpieza, que no había pasado antes porque ella había decidido desayunar allí.

La apuesta más atrevidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora