El profesor Guerrero no pudo dormir durante toda la noche y, más tarde, nunca entendió cómo fue que al final terminó soñando... Soñando con ella... ¿Había dormido o estaría soñando despierto? Nunca lo supo.
Soñó con la arboleda que se encontraba fuera de los límites del colegio. Algunos solían llamarla "bosque", no obstante no era un buen término para calificarla ya que abarcaba sólo algunas hectáreas. El colegio de veía lejano y vacío bajo una espesa y extraña niebla, que ocultaba medio edificio. Aquello le impidió saber si era de noche o de día.
Los árboles lo rodeaban y la luz tenue apenas se colaba entre el ramal. De pronto, escuchó una risa femenina y tuvo la molesta idea de que la mujer se reía de él. Caminó entre los árboles, algo desconcertado, guiándose por el sonido hasta que la vio en la lejanía de una pequeña loma.
Con una velocidad sobrenatural pronto estuvo cerca de ella. Sorprendido comprendió que era la señorita Paz con su uniforme escolar. Se escondía tras un grueso tronco y asomaba la cabeza, observándolo con curiosidad. Luego se echó a reír mientras el profesor la miraba perplejo.
— ¿Por qué me temes? —le preguntó con una voz extraña, como si proviniera desde el fondo de las entrañas del lugar.
Salió detrás del árbol y se acercó a él. Elio no supo qué responder, estaba petrificado ante la visión de la mujer.
— No tienes que temerme. Hemos sido... cercanos, ¿recuerdas? —Su voz era seductora, se acercaba a él mirándolo a los ojos con tal intensidad que el hombre no pudo sostener su mirada.
Cuando ella estuvo a su lado, el hombre retrocedió unos pasos hasta golpear una raíz. Cayó de espaldas.
— No te temo —balbuceó desde el suelo con total incoherencia.
Agustina comenzó a reír casi a carcajadas. Luego volvió a acercarse y se arrodilló ante él. Mirándolo con una expresión de dulzura que poco recordaba. Acarició su rostro con delicadeza y lo besó. Sus labios eran dulces, húmedos, tal cual los recordaba. El hombre entró en éxtasis. No quería despertar, sabía que estaba soñando... aunque todo era tan real.
Abrió los ojos con valentía y observó a la mujer, suspirando porque tan hermosa visión seguía allí ante él.
— No hay de qué temer, he estado esperándote todo este tiempo —confesó la mujer del sueño.
Sus palabras quedaron grabadas a fuego en la mente del profesor.
Agustina, con un inesperado y rápido movimiento, se colocó encima de él a horcajadas y se prendió a su cuello. El profesor Guerrero, que apenas podía creerlo, la tomó de la cintura. Su calidez inundó su cuerpo y un más visceral éxtasis se apoderó de él. Ella sonreía. Sin embargo, mientras sus manos bajaban, se detuvo de repente. Aquella mujer no se parecía a la señorita Paz en realidad... Agustina jamás haría algo así.
— Sigue, por favor —le suplicó.
La mujer lo tocó y Elio se sobresaltó. Su contacto le había parecido extraño...
El sueño, de pronto, cambió y se deshizo en la mente del hombre, como el azúcar en el agua caliente. Despertó mucho después, sobresaltado, con las palabras de Agustina retumbando en su cerebro y avergonzado por aquel sueño.
— No puedo seguir así —le susurró a la habitación vacía. Sabía que ese sueño nacía de su sentimiento de culpa. De su negación de verla.
Notó que la claridad era mayor a la habitual y se incorporó para ver mejor el reloj. Las sábanas que lo cubrían estaban húmedas, al parecer había sudado mucho.
ESTÁS LEYENDO
Secretos de una pasión prohibida
RomanceLos recuerdos perturbaban su mente, el tan sólo evocar aquel accidente y sus consecuencias bastaba para derrumbar por completo su paz interior. El profesor Guerrero tenía una duda: ¿había sido víctima o victimario? Después de tantos años aún seguía...