Parte 28

4 0 0
                                    

Esa misma tarde busqué la carta que me dejó Alice, la guardaba como si se tratase de algún tesoro, en fin.
Traté de convencerme que no se trataba de ella, que quizás era otra mujer de cabello rubio y figura delicada.

Decidí seguir con mi día, volví al taller para tratar de modificar algunas cosas, quise distraerme en eso y así olvidarme de Alice...al menos por ese momento.

Vaya momento ilusorio por el que pasé, por qué seguía con ganas de verla, que podría hacer si ella estuviera nuevamente conmigo, sería como un perro lamiendo una joya preciosa, jamás entendería su valor...pero aún así la cuidaría hasta con mi vida, un pensamiento ingenuo que no pude cumplir...

Una vez terminado mi día en el taller regresé a casa con mi auto, aún no podía creer lo genial que me veía, ya era un hombre poco cercano a una vida de aventuras y riesgos. Que ganas de salir y perderme en un horizonte de locuras llenas de diversión...y una aventura solo estaría mejor con algo de compañía, pero ya debo dejarme de ilusiones, era momento de buscar una chica; y esta vez empezar desde cero, sin prejuicios y con sinceridad de cimientos.

Era un poco tarde, pero mi auto me decía que aún había tiempo para dar una vuelta más, así que decidí ir hasta un parque que siempre brillaba durante las noches.
No me daba cuenta de lo que estaba haciendo, quizás mi cerebro se apagó o simplemente no quería avisarme de lo que estaba ocurriendo... Ese lugar no era otro que aquel parque que siempre visitaba junto con Alice...ese maravilloso lugar que siempre calmaba nuestros corazones y los aceleraba hasta comprendernos sin pronunciar una sola palabra, en donde la Luna era nuestra fiel sirviente durante las noches y el sol nuestro amigo más sincero durante el día.

Cuando llegué vi su silueta...ahora sí no podía estar más convencido...
¡Era ella! ¡Realmente era ella!


Diario de un Joven DesquiciadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora