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Taehyung estaba de camino, en un vuelo procedente de Nueva York, y
Jungkook supo que en esa ocasión no podría ocultarse y desaparecer en cuanto llegara.

Kim Taehyung, en pocas palabras, le daba un miedo terrible. Hacía dieciocho meses que lo había conocido en la entrevista de trabajo. Aquella hora y media en la que el más mayor le hacía preguntas sin descanso le parecieron una eternidad, había sido una de las horas mas duras que había soportado jamás. Sobretodo teniendo aquella mirada profunda e intimidante observándole en cada momento.
Por ello, había comprendido que la única manera en que podría sobrellevar sus tareas en su trabajo como secretario pasaba por relacionarse lo menos posible con ese hombre.
Desde entonces, había alcanzado un gran dominio en el arte de la evasión. Las visitas a su jefe eran fugaces y siempre las llevaba preparadas en su mente. En todo el tiempo que había trabajado junto a él se había dado cuenta de como era realmente. No era para nada una persona espontánea. El improviso no jugaba un papel destacado en una vida que parecía programada hasta el mínimo detalle.

Ahora, sin embargo, no sería tan sencillo evitarle. Seokjin, el jefe de la empresa, había sufrido un lamentable infarto la tarde anterior y lo habían trasladado al hospital. Se habían llevado un susto tremendo y, tan pronto como las cosas se habían calmado un poco, Jin había telefoneado a su hermano pequeño Taehyung para contarle lo ocurrido. Había tenido que marcar una docena de números hasta que había logrado localizarlo en su oficina de Nueva York.
Kim apenas había pedido una explicación en cuanto le informó su superior en tono enérgico que regresaría a Estados Unidos de inmediato y que confiaba en que él se encargara de todo mientras tanto.

Jungkook no se había movido de su sitio mientras vigilaba la entrada con la expresión angustiada. Había pensado que si disponía de un momento para mantener su compostura frente a su llegada, quizás pudiera evitar su impacto sobre él.

Pero, su estrategia no funcionaría. En el mismo instante en que el taxi subió por el camino de grava, su aparente calma se esfumó por completo y sintió un espasmo en la boca del estómago.

En sus escasos encuentros con Kim Taehyung, siempre había considerado muy injusto que tanto poder, tanta riqueza y tanta inteligencia vinieran acompañados de un aspecto tan perfecto. Merecía un físico menos agraciado. Sin embargo, poseía esa clase de atractivo que hacía que las mujeres e incluso hombres, volvieran la cabeza para admirarlo, boquiabiertos.
El pelo negro brillante, los ojos del mismo color, su boca en forma de corazón... Y un cuerpo que parecía que hubieran esculpido a mano con una dedicación y un cariño semejantes.

Para Jungkook, esa aterradora belleza venía marcada por una constante frialdad, su mirada resultaba distante y su boca reflejaba una severidad cruel.

Poco después de su llegada, Seokjin le había asegurado con orgullo que su hermano era todo un conquistador. Jungkook había guardado un prudente silencio mientras se preguntaba si sería la única persona que había desarrollado una absoluta inmunidad frente a su legendario e irresistible encanto.

Observó cómo Taehyung pagaba al taxista, cargaba la bolsa de viaje, su maletín de diseño y se volvía hacia la casa. En la distancia, Jungkook casi podía imaginarse que era un hombre de carne y hueso.
Se movía, hablaba, ganaba montañas de dinero y era, aparentemente, un empresario modélico. Y, por supuesto, adoraba a su hermano mayor.

No podía ser más perfecto.

Entonces, el timbre hizo añicos sus ilusiones y Jungkook corrió hacia la puerta principal para dejarlo entrar. En el instante en que fijó sus ojos en él supo cómo se sentiría. Inferior, torpe, patoso e incómodo.
De hecho, nada más abrir la puerta apartó levemente la vista de la abrumadora presencia masculina que permanecía frente a él y se aclaró la garganta.

𝐒𝐞𝐧̃𝐨𝐫 𝐊𝐢𝐦 | 𝐕𝐊𝐨𝐨𝐤Donde viven las historias. Descúbrelo ahora