III

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Taehyung observó a Jungkook desde el salón, a través de la amplia ventana. Estaba de pie, frente a la piscina cubierta. Las puertas estaban abiertas de par en par. Jungkook estaba de espaldas a él, las manos apoyadas en la cadera mientras supervisaba el trabajo de los obreros que había contratado. Se había remangado hasta los codos y por debajo de los pantalones, asomaban un par de botas de goma verdes.

Pasaban pocos minutos de las cinco y Taehyung acababa de volver del hospital. La recuperación de su hermano seguía su curso.

- La comida está asquerosa. No sabe a nada -se había quejado Jin y había dirigido una mirada avergonzada a Taehyung-. Ese asunto de tu trabajo ¿No vas a imponer ese ridículo horario tuyo a Jungkookie, verdad?

-¿Ridículo?

- Bueno, ya sabes que eres un adicto al trabajo...

El tono de desaprobación en la voz de su hermano violentó a Taehyung.

- No podría dirigir mi negocio con éxito si me pasara el día jugando al golf y marchándome de vacaciones, Seokjin -protestó.

La verdad era que jamás había jugado al golf. Y en cuanto a las vacaciones... bueno, era una actividad que se evitaba en su ajetreada vida. Siempre le había gustado de ese modo. De hecho, la última vez que lo habían convencido para que se tomara una semana libre había sido hacía seis meses cuando Isobel, su novia, y él, a petición de ella, se habían escapado a las Islas Seychelles. Al cabo de dos días, sólo pensaba en su regreso al trabajo.

¿Eso lo convertía en un adicto al trabajo? Suponía que sí.

Seokjin no pareció muy convencido y entrecerró los ojos.

- No intimidarás al pobre Jungkook, ¿verdad?

Jin se había referido a Jungkook como si fuera un cachorro indefenso. Con ese cabello castaño revuelto. Vestido con esa indumentaria tan trasnochada, Taehyung decidió que parecía más bien un gorrión.

Atravesó el salón con pasó enérgico, cruzó la cocina y se encaminó hacia la piscina. Para su sorpresa, descubrió que Jungkook se dirigía a los obreros con mucha seguridad. Pero, en cuanto tosió para advertir de su presencia, el menor se volvió y una expresión de tranquilidad cubrió sus rasgos como una máscara.

- Has vuelto.

- No parece que te alegres mucho -alargó las palabras y se situó a su lado para supervisar el trabajo-. Será mejor que me cuentes qué está pasando.

Jungkook no había obedecido sus instrucciones al pie de la letra. De hecho, había mostrado muchas dudas cuando había visitado el almacén de mobiliario de terraza en las afueras de la ciudad. Y había fruncido el ceño ante la lista de ideas que le habían ofrecido cuando había explicado el estado de deterioro en el que se encontraba la piscina, había explicado que el dinero no sería un problema si terminaban el trabajo antes de que Jin volviera.

La verdad era que había perdido mucho tiempo hablando acerca del repentino infarto que había sufrido y la necesidad de que la piscina estuviera lista para que pudiera iniciar sus ejercicios de rehabilitación. El encargado, cuando las lágrimas habían inundado los ojos de Jungkook, había sacado una caja de pañuelos de papel y todo se había arreglado.

Los cinco obreros, cuyas edades variaban entre los veinte y los cincuenta años, se habían detenido y explicaban los aspectos técnicos de su tarea.

Mientras hablaban, Taehyung supervisaba en silencio la obra, asentía de vez en cuando y preguntaba lo mínimo. Pero saltaba a la vista que era un experto en el tema y, por lo tanto, no sería posible engañarlo.

𝐒𝐞𝐧̃𝐨𝐫 𝐊𝐢𝐦 | 𝐕𝐊𝐨𝐨𝐤Donde viven las historias. Descúbrelo ahora