¡Cómo pega, ¿eh?!

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Todo su bronceado cuerpo semidesnudo se agitaba con los alocados movimientos que realizaba arriba del techo del granate carro, bailando al ritmo de los ochentas, sintiendo la imaginaria música que sonaba en su cabeza recorrer hasta los mínimos rincones de su anatomía, prendiendo en llamas y calcinando la amargura.

—Devuélvanse a su planeta, idiotas, yo estoy ganando. Nadie le gana a Raúl Salinas —hizo un último meneo de caderas en la competencia de baile que tenía con los alíens, alzando la pelvis para finalizar su acto. Cada trozo de piel sudada expuesta brillaba ante las amarillas luces, provenientes de las farolas que iluminaban los porvenires de los incautos que se adentraban a esas tardías horas en las carreteras. Los ruidos de la autopista eran un murmullo que lo incentivaba a seguir danzando al son de su ardiente corazón, alzando los brazos al cielo para alcanzar las estrellas y chasqueando los dedos en una coreografía improvisada—. Uan, tu, tri, uno, dos, nueve; ai nou yu nou mi.

Del badulaque que estaba enfrente del grandioso espectáculo que coreografiaba, salieron dos rubios con una bolsa de doritos en la mano y unos zumitos cada uno, quienes se quedaron paralizados a unos pocos metros del mexicano emocionado.

—¿Estás haciendo un freestyle con los alíens? —Salinas asintió, sin detenerse un segundo. El rubio castaño llamado Carlo, sonrió complacido con las ganas de unirse a la diversión, mientras el rubio pollito, Toni, se rió a carcajadas al ver que hacía el famoso y típico paso de discoteca.

—La tierra uno, alíens zero —dijo con la voz entrecortada, respirando a bocanadas con la boca para estabilizar su sistema respiratorio.

Lo siguiente que su cerebro procesaba era a él sin pantalones, hincado en un badulaque del norte, gritando a todo pulmón que lo tenían de rehén al agente Cano y García, cuyos se encontraban impactados de ver al abogado más conocido de la ciudad, implorando que lo sacaran entre lloriqueos. ¿Cómo habían llegado a esto? Salinas vagamente lo recordaba.

La situación desencadenante había iniciado varias horas antes, en un vestidor de alguna tienda de ropa sin relevancia, con ciertos italianos cambiando de vestimenta. El mayor de los Gambino se estaba acabando de poner una chaqueta negra de cuero, cuando hablándole al currículo de al lado, se le ocurrió una forma de pasar la tarde.

—Oye, ¿qué te parece si nos hacemos un badulaque con el abogado? Sin que lo sepa —esas habían sido sus burlescas palabras hacia su hermano, impregnadas de una ligera ilusión. Carlo había comenzado a reír al imaginarse la escena, sin poder pronunciar un sí pero asintiendo repetidas veces con la cabeza, dando su visto bueno.

—Vale, vale. Le decimos que vamos a comprar comida; se lo va a pasar, fua, increíble —ambos se miraron traviesos, para después, a paso veloz llegar al mostrador y realizar la compra de la ropa, e inmediatamente dirigirse con el coche a la ubicación que el abogado les había proporcionado esa misma tarde.

Lo habían recogido en una esquina cualquiera de la ciudad, acelerando al instante que el mexicano había apenas cerrado la puerta trasera. Iban a tan altas velocidades, que poco más y abrían un agujero de gusano, viajando a través del espacio y el tiempo. En un giro de carretera, casi se chocaban con un carro que iba en el otro carril, sacándole un grito agudo al mexicano, quien tensaba los hombros y rezaba en susurros, aterrorizado. Los hermanos solo reían por las reacciones del susodicho.

—¡Vamos, abogado, que la vida es solo una, coño!

—¡Se divierten, ¿eh?!

—¡A ver esa pinga! —"¿Cómo?" fue la escueta respuesta de un colorado abogado, mas, rápidamente los tonos rosados que adornaban sus morenas mejillas, abandonaron la zona al notificar que habían atropellado a un gato callejero, volviendo pálido su rostro y revolviendo su estómago. Hizo unos gestos de arcadas, pero se contuvo—. Te siento muy apagado, Salinas —comentó Toni al escuchar de nuevo un chillido proveniente de la parte trasera del coche cuando habían chocado un buzón.

Celosa ⟨ Roni ⟩ angstDonde viven las historias. Descúbrelo ahora