Guerra de poder Parte 2
Lorcan Larume
Los destrozos por todos lados gracias a la pelea que inicia me hace esquivar cada objeto que es lanzado para mí. Joder, joder, joder.
Lo que menos espere fue el ataque de la corte Refulgencia, si los subestime y siempre fueron para mí unos simples imbéciles, ahora se que no me tengo que confiar rápido.
Camino con tranquilidad, deslizándome entre la terrible pelea que se formó, llegó hasta mi hijo y lo tomo del hombro.
—Bien hecho—le digo y el sonríe, no lo hago y me trago el orgullo que me da con cada día que se vuelve más poderoso.
—Gracias pad….
Volteo y tomo con fuerza la flecha que iba directo a mi corazón, sonrío y sin mirarme, se que las venas anaranjadas se marcan en cada parte de mi cuerpo, dándome un aspecto más aterrador hacia la vista.
La llama anaranjada quema en mi piel igual que en cada persona que atacó con solo un movimiento que los hace rogar y gritar, el sonido es placentero para mí.
—Vamos Gaelick—le ordenó.
Sin pensarlo se posiciona al lado mío mirando todo, a diferencia de la todos, yo ahora no solo voy a atacar a la corte Refulgencia, si no a todos.
Asiento y dejo salir mi poder, lanzándole las llamas ardientes a todos los que pasan por mi camino, Gaelick hace lo mismo.
—¡Eres un maldito Lorcan!—me grita Sonya cuando atacó a su gente.
En menos de un segundo soy lanzado al aire.
—Valdras mierda—sonrie Gaelick.
—No—lo paro y me levanto.
—Deténganse—grita de Sonya de nuevo y en un parpadeo toda la corte Protervia dejo de luchar—pelearas solo, por cabron.
Y cuando salieron solo quedamos mi gente y la corte Refulgencia, de nuevo atacaron.
Maldita Sonya, me repito, aunque no me hace falta se que ella es una rival digna y una maldita perra inteligente.
Me paro cuando veo a Atalía pelear con tanta destreza, se mueve con habilidad y esquiva cada golpe, no usa magia solo golpes fuertes y estratégicos.
Tengo que confesar algo y es lo mucho me fascina verla pelear, y no, no es la primera vez que la veo, pero eso dejémoslo como un secreto.
Me dobló por un dolor en la parte izquierda de mi cabeza que me hace cerrar los ojos con fuerza, veo el vestido plateado y grupo. Maldita.
—Atalía—sonrío, ella es poderosa y por lo mismo no la subestimo.
Me avienta a una pared y lo que escucho me causa un sentimiento que me arde desde lo más dentro.
—Todo tuyo—dice—a mi no me metan en sus mierdas.
—Hija de puta—siseo.
Y me quedo observando cómo sale del castillo.
Me levanto volteando a ver a Luzya, su sonrisa no se borra.
—Te abandono—se burla—todos lo hacen, no tienes a nadie.
Aprieto mis puños y….
—Me tiene a mi—escucho decir a Gaelick, sonrío sin que lo sepa.—tu hija está muerta y tu esposo enamorado de otra mujer, ¿Quién es el que no tiene a nadie ahora?.
Oizys se fue y sin pensarlo doy la vuelta arrasando con todos a mi alrededor, gritos y gritos, fuego y más fuego. Gaelick se encarga de Luzya y cuando siento que no puedo más con la irá grito.
—¡Fuera de aquí!—las pocas personas se arrastran por el piso, Luzya empuja a todos tropezando y saliendo con rapidez.
—Iré por ella—me avisa Gaelick.
—No—respondo cuando me da la espalda—iré yo.
—Pero estas herido padre…
Lo corto levantando la mano.
—Iré yo—repito—encárgate de auxiliar a los heridos y que para mañana estén en perfecto estado.
Salgo por dónde huyó Atalía y intento tranquilizar la irá que me alberga, mediante camino veo más y más desastre, odio el desastre, odio a todos en este momento.
Salí del castillo mientras la lluvia me empapaba el cuerpo completo, provocando un sentimiento de familiaridad. Mis pies sonaban contra el pasto húmedo mientras los relámpagos no se hacían esperar, ya comenzaba a oscurecer.
Me detuve cuando ví el cuerpo inclinado de Atalía, no se movía. ¿Ahora que le pasa?, mis sospechan aumentan y creo que no esta bien mentalmente, ¿Le abra afectado tanto encierro?, Al parecer si, me preguntó cómo no intento escapar o huir, perdió su tiempo de vivir y lo digo porque justo cuando logro salir del castillo—o más bien la secuestré y por eso salió—comenzó la guerra, de nada sirve su libertad ahora y mas que su aspecto es frágil y está en la mira de todos. Mala suerte para ella, buena suerte para mí.
No logré dar otro paso porque de nuevo volaba entre los aires, joder que tiene ahora todos con aventarme. No es nada solo estoy un poco oxidado después de 500 años de paz es de esperar
O porque eres un jodido anciano me digo a mi mismo.
Me levanto gruñendo y fingiendo que no me dolió el golpe. Y tampoco mi orgullo al ser vencido tan fácil.
Que mierda me pasa, no por nada forme mi reputación de un maldito asesino loco, sádico, hermoso, sensual, sexy…
—Dejame—espeta como niña pequeña, me ofende, no muestra miedo, si así me tratarán todos de ahora en adelante tendré que volver a mis tiempos rebeldes… Y con ello más muerte y dolor.
Ya no hay respeto hacia mi persona.
—Ven—me sorprendo cuando la cargo en brazos y no de muestra agresiva—futura esposa—eso último lo susurro.
—¿Qué?—me golpea la mejilla y se aleja rápido, cae al suelo y yo también.
—Te casarás conmigo—le digo y me acerco lentamente, ella retrocede.
—¿Qué te pasa?, ¿Quién te crees?.
Le tomo la mano y la acaricio suavemente, la miro a los ojos azules y pongo en marcha mi don del engaño y encantó, ¿Por qué no?.
—Casate conmigo—aprieto la mandíbula cuando eso sale de mi boca—te conviene y a mi por igual.
No entiendo desde cuándo tengo que recurriré a estos patéticos métodos para obtener lo que quiero.
Sonrío cuando se acerca a mi y su cara es pura felicidad, bueno ya no me quejo.
—¿Crees que voy a caer?—la felicidad se esfuma de un momento a otro igual que la sonrisa en ella.
Y sin dudarlo me da un golpe que logra hacerme caer, de nuevo. No me levanto y cierro los ojos, aguanto la respiración y dejo que piense que estoy muerto.
—Lo mate—dice con incredulidad, aguanto la risa, joder no puedo creer la ingenuidad.—. No, no es posible—se intenta convencer.
No aguanto al risa y termino riendo a carcajadas. Disfruto de su rostro aún asustado.
Me levanto lo más rápido y llegó a ella, la tomo del cuello y aprieto solo un poco.
—Ya soporte mucho—dejo que mi tono suene hostil despertando el miedo en ella.—vamos.
No deja de mirarme y la cara asustadiza me causa un placer exquisito, tanta obediencia me sorprende.
Ando de vuelta al castillo, ahora todo el lugar está oscuro y lo único que me guía son las luces dentro de mi castillo. No hay ruido, solo un relajante silencio.
Cuando entro lo primero que veo es a Saveig, el cabello chino oscuro completamente empapado y no entiendo porque. Tiene una manta en sus manos y se acerca a mi a taparme pero me alejo.
—Atiéndela a ella—Saveig asiente y con cuidado envuelve a Atalía en la manta, está temblando y espero no contraiga un resfriado o arruinaría mis planes.
Se van juntas, y Atalía se apoya en ella, cierro los ojos y me encamino a la oficina.
Los ruidos me detienen cuando estoy a punto de entrar.
Abro la puerta de golpe observando a mi hijo junto con Nashla, ruedo los ojos. Que asco.
—No moleste… Padre—se sorprende y tapa como puede el cuerpo de la chica.
Me doy la vuelta mientras ellos ponen su ropa.
—Y-ya—tiene miedo.
Cuando volteo a verlos, lo primero que capto es la risa burlona de Nashla.
—Te he dicho que no quiero que folles aquí Gaelick, joder, no entiendes pareces un jodido crío. —señalo a la chica—ya le dijiste que estás mal de ah…
—¿Qué?—espeta la chica sin dejarme terminar.
Sonrio
—Si todo fue por esa chica como se llamaba…Ah si, Lanya.
—Eres un maldito—le grita. Sacando a relucir su lado celoso y posesivo.
Y sin más se va y rio.
—Padre—lloriquea. Su rostro muestra una mueca y su seño se arruga recordándome cuando era pequeño y hacia los mismos berrinches. La diferencia es que ahora es un hombre, pero las costumbres no se van.
—No te conviene enamorarte de ella—le comento y rueda los ojos—es enserió Gaelick—lo reprendo—ella eligió quedarse con la versión de otros antes que escucharte.
Doy la vuelta al escritorio, me siento en mi silla y recuesto la cabeza.
—Estaré fuera algunos días—le informó—estarás a cargo y no quiero ningún problema.
—Quisiera ir—me dice—vamos antes eras más divertido, ahora eres gruñón y irritante.
Abro la boca y rio.
—No es mi problema que seas un promiscuo desenfrenado.
—No te hagas el inocente, recuerda cuando conquistamos juntos, algunas te preferían a ti, pero me divertía.
Rio ante los recuerdos, y si caminábamos por las calles buscando chicas y la mayoría lo rechazaba por su actitud infantil.
—Esta bien—su rostro se ilumina—en unos… quinientos años.
Su rostro se descompone y rio.
—Avisa a Saveig que prepare dos maletas de viajes, una para mí y otra para la princesa.
—La llevarás a ella y a mí no.
—No te arriesgaré Gaelick, esto es peligroso.—le advierto y asiente no muy convencido—ahora ve rápido o me ocuparé de ahuyentar a todas tus conquistas.
Se va corriendo y cierra la puerta tras de él.
Cierro los ojos mañana será un día muy ajetreado.
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Reino de Mentiras
FantasyLibro I Saga Lazos Malignos Atalía es una mujer hermosa como letal. Guerrera y sabia por naturaleza. Un día le arrebatan todo. Dejando un corazón vacío. Alianzas muertes, venganzas y muchos secretos. Cuatro cortes llenas de poder y ansias de guerra...