-No me digas que eres virgen?
-Esta bien, no te lo diré.
-Dios..
-¿Hay algún problema?-No, es solo que nunca había tenido una... ¿Aún quieres hacerlo?
-Pues si ,quiero intentarlo - se acercó a mi lentamente mientras su mano tocaba mi mejilla, extendió levemente sus labios hasta los míos para darme un tierno beso, eran suaves cual terciopelo, su aliento olía a dentífrico de menta. Tomé su mano y la dejé acariciar mis senos desnudos, acaricie su cabello y despacio la recosté sobre la cama y me monté encima de ella, seguí besándola, cambie sus manos de lugar y las lleve hasta mis nalgas, comenzó a estrujar mi trasero y a deslizar sus manos por mi espalda.
Empecé a besar su cuello y bajé hasta sus senos, su blusa estorbaba así que se la quité y deje al descubierto sus grandes senos y rosados pezones los cuáles chupe, ya que se veían demasiado apetecibles, en lo poco que las luces neones dejaban apreciar; pude escuchar un pequeño gemido vuelto suspiro. Fui besando la línea recta de su abdomen hasta llegar a sus pantalones negros, puso algo de resistencia, así que volví a besarla mientras lo desabotonaba, y deslizaba mi mano por debajo de su ropa interior, Bingo, empezaba a mojarse, comencé a masajearle el clítoris lento y en círculos pequeños. Soltó un suspiro, y aproveché a quitarle el pantalón, estaba completamente desnuda. Su vulva era regordeta y usaba el estilo brasilero lo cual hizo casi imposible no querer comérsela, así que empecé por ahí, pude sentir como sus piernas se estremecían, mientras luchaba por no soltar un gemido escándalo. En un giro inesperado, se encontraba encima de mi, pude admirar su espectacular cuerpo mientras apretaba sus grandes nalgas y subía hasta sus voluptuosos senos, se inclino para besarme y mando su mano bajo mi tanga, en cuanto iba a meter sus dedos. El sonido de un teléfono nos asustó; escuchar "O fortuna - Carl Orff" a todo volumen me dio un brinco al corazón que se reflejo en mi cuerpo, guiando mi cabeza a estrellarse contra la cabecera de metal.-Lo siento, lo siento - se quitó de encima y buscó su teléfono - Mierda... ¡mierda! es mi padre. Tengo que irme. Comenzó a vestirse
-Deberías cambiar tu tono, venir a un lugar como este con el ringtone del fin del mundo no es muy cortes de tu parte - me erguí, sin percatarme que mi peluca se había enganchado en la cabecera, al hacerlo mi cabello natural cayo sobre mis hombros.
-ja! así que pelinegra, eh?- se puso su sudadera negra y su capucha.
maldición - ¿no te gustan las morenas? - trate de que mi error no se viera muy serio.
-Debo suponer que tu verdadero nombre tampoco es Rose.. o ¿si? . ato sus cordones.
- Hay una puerta en la parte de atrás, puedes salir sin que nadie te note, pero te advierto que por ahí sacamos la basura, así que cubre tu nariz - de hecho teníamos otra salida, por donde recibíamos paquetes, pero se merecía el castigo por hacer que mi peluca se cayera.
- Gracias, entonces... hasta una próxima ocasión.. Rose... o Rosalind? - pregunto camino a la puerta, con la esperanza de que le dijera mi nombre real.
-Adiós, rubia...- la empuje fuera de mi habitación y le señale por donde debía ir; cerré la puerta antes de que diera el primer paso.
Me dispuse a ducharme y arreglar mi cabello antes de salir. Pero mi puerta nuevamente se abrió, y por reacción tome lo primero que encontré para cubrir mi cabeza, que fue el babydoll. Era Jasmine
-Por el amor de... Ag, de verdad Necesitamos cerrojos en las puertas.
-y...montaste ese potrillo? - pasó y cerró la puerta detrás de ella.
-No es lo crees, él era ella... - me desvestí y me metí a la ducha.
-mejor aún, dime ¿que se sintió tocar algo que no esté caído, arrugado o con cicatrices de cesáreas? - puso cara fea- no, no... todos los cuerpos son hermosos, sin importar su condición.
-Pues no hay nada que contar, porque no hicimos NADA! -grité desde el minúsculo baño
-¿Era virgen? maldita suertuda! prácticamente era dinero fácil!
-Jasmine, ¿ya cubriste tu cuota? Porque yo no me he movido de aquí desde que baje del escenario
-Tranquila, la noche es "virgen"- soltó una carcajada y salió de la habitación.
7:00 am del día lunes; Suena la alarma del teléfono*
Me levanté de la cama y empecé a prepararme para las clases, estoy en una de las mejores universidades pagadas de la ciudad unas cuantas calles cerca de mi departamento... Si es que a este lugar se le puede llamar así. Un cartucho en L de 7x5 metros, sin divisiones más que el cuarto del baño, ubicado estratégicamente en el segundo nivel de un edificio de diez pisos, aunque para una persona soltera, está bastante bien. Me puse mis vaqueros negros, una blusa blanca con estampado floreado y mis zapatos tipo ballerina negros. Desayuné, un taza de café y un sandwich de jamón y queso. Recogí mi cabello y me hice una "cebolla", tomé mis llaves, mi mochila y emprendí mi viaje.
-Hola vecina ¿Fin de semana pesado? - Era Adán mi vecino de enfrente - ¿Cómo sigue la abuela?
-Hoy es día de visita así que pasaré a verle después de clases -puse cerrojo a la puerta.
-Saludala de mi parte, dile que el edificio está muy silencioso sin ella.
-Lo haré!! -grité mientras bajaba las escaleras, el edificio contaba con ascensor pero era tan antigüo que me daba miedo que se cayera o se atorara a mitad del camino.
Fue un fin de semana largo, así qué fui a la cafetería de la universidad y pedí un café, mientras esperaba mi entrega. A un lado de la caja, un grupo de mujeres se acercó a realizar su pedido, balbuceaban mucho acerca de lo emocionante que es el primer día. No me hubiese importado si una de esas voces no sonara familiar. Me volví levemente en dirección a la caja y de reojo pude confirmar mi gran temor. La voz familiar era de la encapuchada, me volví rápidamente hacia el lado opuesto y en cuanto me dispuse a huir el mesero grita mi nombre.
-Leonor Rivers? Un expreso doble!
-Gracias - susurré mientras trataba de no voltear hacia la rubia, en cuanto tomara el café correría lo más lejos posible pero los nervios me traicionaron y no escuché cuando el mesero llamo a alguien más a retirar su café. Me estrellé contra aquel bien parecido hombre de traje, mi vaso se dobló; queriendo volar de allí tomé mi cartera y le dí dinero para la tintorería, me disculpé y huí al baño más lejano.
Una vez dentro, trate de lavarme las manos, pero realmente temblaba ¿Me habrá visto? ¿Se acordará de mí? Eran la principales preguntas que me acosaban. En mi desesperación me quité la blusa para lavarla mejor, estaba al filo del lavamanos tratando de desaparecer la mancha de café e implorando al cielo clemencia.
-Prueba con agua fría.
Era ella.
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